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El Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto atraviesa una nueva crisis, luego de que el presidente Alberto Fernández y su canciller Felipe Solá encararan un recambio general que enmascara una razzia política con un recambio generacional.
La semana pasada, Solá dispuso la jubilación de Luis María Kreckler, uno de los pocos embajadores de amplia trayectoria que le quedan a la Cancillería, aunque despreciado por la cúpula política actual.
Kreckler, más identificado históricamente con el peronismo y no con Cambiemos, había sido enviado como embajador en China a principios de 2020 en una críptica movida. Sobre el fin de año se dispuso que lo reemplazara el favorito de Fernández y de su vicepresidenta Cristina Kirchner, Sabino Vaca Narvaja, quien ahora es embajador político allí.
El destrato a Kreckler, a quien sectores del Gobierno culparon por el atraso en la firma del contrato para comprar las vacunas Sinopharm -lo que debió desmentir Cancillería porque las vacunas siguen sin llegar- agudizó la crisis y reactivó la grieta en diplomáticos kirchneristas y anti kirchneristas. La jubilación masiva de diplomáticos es sumamente arbitraria.
La ley establece que los funcionarios tienen derecho de pertenecer al cuerpo permanente activo del SEN hasta los 65, 67 y 70 años según las categorías. Y en los artículos del Consejo Superior se dice que a partir de los 65 los Embajadores revistaran en la Argentina para integrarlo. En otro artículo de la ley se agregó que ese límite puede ser ampliado. Y otro artículo garantiza la estabilidad en el servicio exterior y que las edades para cesar en el servicio activo forman parte de eso.
Con la excusa de que superaban los 65 años, Solá y equipo intimaron a jubilarse a Kreckler, a Ricardo Lagorio -a quien lo trajeron de Rusia para darle la embajada al ultrakirchnerista Eduardo Zuaín- a Juan José Arcuri -a quien trajeron de la embajada en Grecia, a Eugenio Curia, a Estanislao Zawels y a Horacio Salvador entre otros.
En cambio, el Gobierno decidió prolongar la “vida útil” de diplomáticos militantes o afines, que tienen más edad incluso que los intimados a jubilarse. Tal el caso de Guillermo Hunt, enviado a Japón con 68 años, Alberto D Alotto, a Suiza, con casi 69, y con la misma edad fue enviada a Grecia María Lucía Dougherty.
Dos casos más polémicos son el de Victorio Taccetti, quien fue vicecanciller de Cristina Kirchner, y ahora fue designado a los 79 años director educativo del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), el que forma a los jóvenes que entran a la carrera diplomática. Taccetti es de carrera, es militante peronista, pero en el último tiempo devino en un ferviente anti macrista. Su cargo es un premio por su asesoría al Frente de Todo en la campaña presidencial que ganó Alberto Fernández.
El también peronista Hernán Patiño Mayer fue nombrado embajador ante Hungría con 74. Y un caso más dramático fue el de Pino Solanas. El cineasta, ex diputado y ex senador fue enviado el año pasado con 84 a la representación argentina ante la Unesco, en Francia, donde murió tras una larga agonía por haberse infectado con coronavirus. El gremio diplomático está exigiendo ahora que se los declare “personal estratégico” par recibir la vacuna contra el COVID.
La Cancillería es hoy un hervidero. El recambio generacional de los diplomáticos por grupos de jóvenes formados por la Cancillería de Néstor y Cristina Kirchner encuentra a Solá y su equipo presionado también por grupos de chicos que a diferencia de las generaciones anteriores esperan ascensos rápidos y efectivos. Quieren la cabeza de los que tienen más experiencia, no importa cómo. Y tienen afinidad con el kirchnerismo.
En ese tren, armaron una “lista negra”. Diplomáticos kirchneristas que tuvieron buenos destinos con el macrismo, como Javier Figueroa, Pablo Grinspun, D Alotto y el mismo Zuaín, fueron favorecidos con embajadas premio por el kirchnerismo: Reino Unido, Unión Europea, Suiza y Rusia. Otro caso es el del embajador Eduardo Porretti, encargado de negocios en Venezuela, durante el macrismo y ahora con el kirchnerismo.
En la mira de Solá quedó un grupo de embajadores también muy formado que no están ni para obligárselos a jubilar porque son más jóvenes, pero los enviaron a sus casas sin asignárselas función. “Nunca se animaron a tanto”, sostienen fuentes de la cancillería.
Entre estos están los embajadores Mario Verón Guerra, Martín García Moritán, Carlos Foradori y Facundo Vila. Tienen afinidad con el radicalismo. Y por otro lado está Daniel Raimondi, quien por ser vicecanciller del ministro Jorge Faurie, quedó en la mira de Solá.
Clarín consultó en Cancillería por estas decisiones arbitrarias de jubilar y contratar. Y desde el área de prensa se informó lo siguiente: “La reforma de la ley 27546 deja la facultad de jubilar en manos del Estado a los 30 años de servicio, 10 en su rango y 65 de edad. La gestión macrista echó a Julian Tettamanti a Pablo Tettamanti (aunque en los hechos lo trajeron a Buenos Aires desde Moscú) y a Marilita Squeff, entre otros”. Señalaron que Grinspun y Gobbi son diplomáticos de carrera, “no radicales K”. Y que “Macri cooptó peronistas con embajadas”. Agregaron que “la política exterior la define el Presidente y la Cancillería es el instrumento para ejecutarla”
Fuente Clarin
