Hace 18 días que Gabriela Romano (36), enfermera del Hospital de Plottier duerme junto a la ruta 17, en el paraje Portezuelo, a escasos minutos de Añelo, capital de Vaca Muerta.
Lleva un buzo, pantalones deportivos, un barbijo que cubre su rostro y sus ojos le brillan. Está cansada pero es optimista. Los que permanecen junto a ella, desde hace la misma cantidad de días, están convencidos de que le doblaran el brazo al gobierno de Neuquén y conseguirán el aumento que exigen sobre sus salarios.
En Neuquén suman cientos los integrantes del movimiento Trabajadores Autoconvocados de la Salud de Neuquén que han convertido la ruta en su vivienda permanente.
Duermen en carpas, en los incómodos asientos de sus vehículos, sentados en sillas playeras, apostados sobre el cemento y apenas cubiertos por un plástico. En toda la provincia hay alrededor de 20 piquetes y en cada uno entre 30 y 50 agentes que hacen el aguante.
Otros miles pasan un mínimo de 12 horas en los piquetes y luego se marchan a los hospitales para cumplir turnos de entre 12 y 16 horas.
La vida de los empleados de la gran mayoría de los empleados de la salud, más de 7.000 personas, han transfigurado en este constante ida y vuelta. De la guardia a la ruta y de la ruta nuevamente al hospital.
“Esto es devastador, nos hemos convertido en atletas de la ruta, en leñeros. Tenemos aguante porque estamos acostumbrados a hacer turnos de 16 horas. Nuestro cuerpo y nuestra mente conocen el esfuerzo”, le dice a Clarín Romano.
“Los trabajadores de la salud podemos dormir parados, en una silla, así que soportamos estar en la ruta y lo que haga falta, explica por su lado Gabriela Suppicich (55) licenciada en trabajo social del área de Salud Mental del mismo centro.
“Esto escaló de un conflicto salarial conflicto político. Fuimos menospreciados por ATE y por el Gobierno. Pudo ser mucho más fácil resolverlo pero no quisieron. Después de un año de pandemia, un año de trabajo sin parar, nos ofrecen un 14-12 por ciento”, afirma.
“Hay agotamiento pero nos da fuerza entender que venimos de dejar todo en los hospitales, con largos turnos, de ser tratados como robotitos, de ser olvidados por el gremio que supuestamente nos representa. No vamos a volver a todo eso”, dice Lihue González (29) administrativa del Hospital Heller. González cumplió 18 días durmiendo a la salida de Añelo.
“No estamos solos en esta lucha. La gente nos acompaña y es uno de los conflictos más especiales justamente porque es la propia comunidad la que sabe que se comete una injusticia con el sector”, reflexiona Alejandra Ferreira (39), psicóloga del Hospital de Cutral Co. Ferreira hace turnos en la ruta de 12 horas continuas y después se dirige al hospital donde puede pasar 12 horas atendiendo.
Muy cerca de donde Ferreira pone y quita una madera que interrumpe el tránsito, en 1996 y 1997 nacían los piquetes de Cutral Co. En aquellos años más de 5000 trabajadores de YPF tomaron las rutas para reclamar por la privatización de la empresa y los despidos masivos.
“No nos vamos a ir de aquí, vamos a seguir adelante exigiendo lo que merecemos”, advierte Josefina Garrido 43 administrativa del mismo hospital.
Junto a los empleados de salud también algunos docentes, amigos y colaboradores tan insólitos como Marcos Fredery Darsi (64) quién en un piquete de Plaza Huincul carga una tableta de madera donde tiene apuntados los “componentes del Covid 19”. “Al virus lo hicieron en Estados Unidos yselo robaron los chinos”, revela.
En Pincun Leufú dos perros duermen una siesta que parece eterna sobre la ruta. Los empleados del centro de salud local, charlan bajo un sol que perfora la piel.
“El gobierno nos ninguneo desde el principio. No nos consideran un gremio. Y el gremio de ATE que decía que éramos como un elefante, que no sé sabía dónde estaba la trompa o la cola. Pero nosotros somos los que atendemos a toda la comunidad. También a ellos y a sus hijos. Vean lo que pasó, salimos a la ruta y no nos rendimos”, señala Maria Figueroa (46) enfermera.
Junto a ella asienten en silencio Romina Mena (41), auxiliar de farmacia y Karina Santos (33), mucama del centro de salud de Picún Leufú.
Horas más tarde en Neuquén cae la noche y avanza el frío. El fuego crece a medida que lo alimentan y los trabajadores se arriman. Conversan, fuman, hablan de lo que los convoca. Mientras tanto las lenguas naranjas son la única luz posible en la inmensidad.
Fuente Clarin