LA HABANA, Cuba.- Una vez más las frazadas de piso, ese artículo imprescindible para mantener la higiene de los hogares y otros sitios donde anida la vida humana, se encuentran desaparecidas de los establecimientos comerciales en toda Cuba. Los gobernantes de la isla se aferran a producirlas en el país. Pero, de las cuatro fabricas con que cuenta la nación para la fabricación de este producto, solo una se halla activa, lo que se deriva en una producción que no satisface la demanda de los consumidores.
Un reciente artículo del periódico Granma expone que la falta de materias primas, que en lo fundamental deben ser importadas, ha incidido en los bajos niveles productivos. El país no cuenta con el dinero necesario para importar esas materias primas, además de que la obsolescencia tecnológica de la industria cubana también entorpece la gestión productiva.
De un plan de 3 millones de frazadas a producir en el pasado año 2021, solo se llegó a la fabricación de 2.4 millones de frazadas, y de esta última cantidad solo menos de la mitad fue entregada al Ministerio del Comercio Interior (MINCIN) para su venta a la población. El resto de las frazadas fueron destinadas al Turismo y a Salud Pública -sobre todo al primero de esos sectores-, que clasifican como altos consumidores del producto.
Así las cosas, en el actual 2022 se planifica para la única fábrica activa de frazadas de piso -la Sarex, ubicada en la provincia de Villa Clara- una producción de 900 mil unidades. Una exigua cantidad que agudizará aún más la escasez de este producto.
No es de extrañar que el castrismo, como ha venido haciendo durante su prolongada estancia en el poder, sacrifique al cubano de a pie en aras de satisfacer al turismo. Ahora sale a la palestra lo relacionado con las frazadas de piso. Tal vez sea tan solo la punta del iceberg del desvío hacia el sector turístico de bienes de primera necesidad que se le quitan a la población. Los productos cárnicos, los mariscos, las viandas, frutas y vegetales, por ejemplo, también se integrarían a esta lista.
Por tal motivo es comprensible la animadversión que la mayoría de los ciudadanos cubanos sienten hacia esos turistas extranjeros que vienen a consumir lo poco que tiene este país. Una situación que se exacerba tras ser del dominio público que los ingresos que el país recibe por la actividad turística van a parar a los bolsillos de los militares, encabezados por el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, ese oscuro y misterioso personaje que, al no saber cómo denominarlo, le han encasillado el membrete de asesor del mandatario Díaz-Canel. ¡Nunca un asesor habría tenido tanto poder!
Claro que la cúpula del poder se halla deseosa de que el turismo alcance nuevamente una cifra de visitantes foráneos que le permita al país recuperar parte de la moneda convertible de la que hoy carece. Sin embargo, no les resultará fácil la tarea, debido en lo fundamental a las deficiencias que presentan las instalaciones turísticas cubanas, así como a la fuerte competencia que muestra el sector en el área del Caribe.
Para que se tenga una idea de la debacle castrista, de 3 millones 716 mil turistas que arribaron a Cuba en el 2019, solo un millón 84 mil lo hicieron en el pasado 2021. Y la merma no se puede atribuir solo al coronavirus, pues esa pandemia también afectó a la República Dominicana, la que no obstante recibió ese año a cerca de 5 millones de turistas extranjeros.
El castrismo dirá que, al menos, hay frazadas de piso en los hoteles. No importa que el cubano de a pie carezca de ese producto. Los hoteles limpios y las viviendas sucias.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org