LA HABANA, Cuba. – El Antonio Griñán Hernández, de 62 años, comenzó a trabajar en la construcción en 1975, el año que el régimen cubano celebró el primer Congreso del Partido Comunista (PCC) y comenzó a enviar tropas a la guerra de Angola.
“Pasé el Ejército [Servicio Militar Obligatorio] como radiotelegrafista. Tuve suerte de terminar cuando empezó la guerra [de Angola]. A los que llegaron después los mandaban para allá”, cuenta aliviado.
“Empecé a trabajar a los 16 años dando pico y pala; por aquel entonces ganaba 175 pesos mensuales como carpintero B encofrador. El salario no alcanzaba para nada y me fui del sector estatal donde trabajaba como un mulo por nada”.
Antonio rompió su vínculo laboral con el Estado cuando apenas acumulaba una década de trabajo en las nóminas oficiales. El sistema de pensiones en Cuba establece que los hombres deben poseer no menos de 20 años de trabajo para poder solicitar la jubilación a los 65 años de edad. En enero de 2021, la pensión de los jubilados se estableció en un pago mínimo de 1 528 pesos (unos 63 dólares).
“Me fue mejor buscando naranjas y limones en el campo para venderlas y poder vivir. Años más tarde trabajé como buquenque [gestor de transporte] en la ruta Habana-Santiago de las Vegas”, rememora.
“Esos años no están registrados, pero me da igual, por el momento no puedo jubilarme. Si lo hiciera de todas formas tendría que buscar un trabajo porque la pensión no alcanza”.
Los esfuerzos de Antonio por ganarse la vida fuera del sector estatal han sido atenazados por las prohibiciones del Gobierno para el sector privado, así como por la crisis progresiva en la producción y los servicios en la Isla.
Sin embargo, al carpintero cubano nunca le ha pasado por la cabeza la idea de volver a trabajar con el Estado, una posición donde se ha sentido explotado, cuenta.
“En el momento que intentaba empezar de cero, tuve la suerte de encontrarme a Vargas, un viejo de Santiago de Cuba que me enseñó a reparar colchones y sillas”.
Antonio comenzó a reparar colchones en las calles, hasta que la materia prima que usaba se agotó. Así fue como se transformó en tapicero de muebles y se especializó en la reparación de catres, sillones de metal o mimbre (suiza, según el argot callejero).
Hurgando en la basura, encontró piezas usadas de plomería y se percató del valor que habían alcanzado. Fue entonces que también decidió invertir su tiempo en recuperarlas y venderlas. Y así
Lo que en otros países se considera como reciclaje, en Cuba es diferente: curtidos por las carencias y los altos precios, los cubanos de a pie están forzados a eternizar el uso de casi todo.
Azaeteado por la necesidad, estableció un en el barrio de Jesús María, en La Habana Vieja. En ese espacio se dedica a reparar muebles rotos y a acumular los artículos de plomería que vende a los precios que va dictando la inflación.
Según Antonio, en la actualidad, una pieza usada de plomería iguala el precio que tenía el año pasado el mismo artículo nuevo.
“Este codo nuevo costaba entre 50 y 60 pesos, y estaba caro. Ahora cuesta el doble”, ejemplifica Antonio.
“Yo vendo el codo usado entre 25 y 30 pesos, o más; depende de la pieza que sea (…). Las gentes vienen aquí porque si no tienen que comprar en las tiendas de dólares, si es que encuentran lo que buscan”.
Asimismo, Antonio repara catres con el metal corroído ―los que teje con cintas utilizadas en el puerto para amarrar cajas― y luego los vende a 300 pesos. Reconstruye sillones que luego oferta en 1 000 pesos; vende pilas desgastadas de lavamanos en 400 pesos y todo lo que tenga algún valor en el mercado negro cubano.
“Con 62 años no puedo pensar en buscar un trabajo con el Estado porque no voy a encontrar nada con una pensión que me acomode”, dice.
En abril de 2021, el Partido Comunista de Cuba celebró su octavo congreso y aprobó la implementación de la llamada “Tarea Ordenamiento”, con la que se estableció un salario mínimo de 2 100 pesos mensuales (87 dólares).
Para Antonio, la medida fue “más de lo mismo”. En ese momento el aumento de las pensiones y salarios no lo convencieron de las mejoras económicas anunciadas. Ahora asegura que tenía razón.
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Fuente Cubanet.org