Tres días antes de que Martín Guzmán, su ministro mimado, renunciara por Twitter, Alberto Fernández aseguraba en C5N que pensaba ir por la reelección en 2023. El Presidente estaba mirando otra película. Parecía abstraído de la corrida cambiaria que atravesaba su Gobierno, potenciada por la enorme debilidad de su conducción y el derrumbe de los salarios y jubilaciones frente a una inflación desbocada.
A los pocos días, el jaqueo por izquierda y derecha se volvería indisimulable, con protestas callejeras y disparadas de los dólares paralelos. La evidencia de la crisis lo forzó al deshielo en el vínculo con Cristina Kirchner.
El experimento denominado Frente de Todos nunca superó su anomalía de origen: tener a una Vicepresidenta con mucho más poder real que el jefe del Poder Ejecutivo.
La fórmula de ganar sin un plan ni un manual de convivencia interna para zanjar diferencias se reveló como una inmensa irresponsabilidad. Un pecado en el que no hay inocentes dentro de la coalición armada alrededor de un único objetivo en común: desbancar a Mauricio Macri.
La designación de Silvina Batakis, sin embargo, dilató la designación de Sergio Massa como superministro. Tras la renuncia de Martín Guzmán, el presidente de la Cámara de Diputados pidió a cambio el manejo pleno del equipo económico, con AFIP y el BCRA incluidos. No se lo dieron. Alberto Fernández usó entonces su último poder de veto. Batakis entró por la ventana al Gabinete, como una suerte de parche. Una prenda de paz mínima entre el Presidente y su vice.
Massa entonces se guardó su bala de plata. Una apuesta que de todas formas era (y sigue siendo) muy riesgosa. Ahora Fernández tuvo que ceder desde una situación de extrema debilidad. La promoción de Massa no era la mejor opción del Frente de Todos. Era la única que le quedaba.
El ascenso de Massa empuja a Fernández a la testimonialidad. Su rango de Presidente se parecerá al de los sistemas parlamentarios, donde el verdadero poder lo tiene el Primer Ministro. A los 50 años, Massa tendrá el desafío de estabilizar la economía. En ese aventura se jugarán sus chances de ser electo presidente en 2023.
La pregunta clave dentro del FdT es si, en adelante, habrá una conducción política unificada y eficiente. Si es así, la coalición de gobierno tendrá al menos una chance de sobrevida.
Fuente El Cronista