Esperada por el sector empresario, aún no salió a la luz la reforma a la ley de Concursos y Quiebras. El proyecto había sido concebido por unanimidad en el seno de la Cámara de Diputados, incluso dotado de nombre, Ley de sostenimiento de la actividad económica en el marco de la emergencia sanitaria pública. Pero habría sido condenado a la in-viabilidad.
“El no haber sido incluido en el llamado a sesiones extraordinarias ha hecho inútil sus largos nueve meses de gestación”, señaló el abogado Rubén Segal, experto en el tema.
“Se impone que el Estado intervenga en forma urgente y eficiente a fin de prestar oportunos y necesarios auxilios. Es inútil intentar hacerlo con una Ley de Concursos y Quiebras de más de un cuarto siglo de antigüedad prevista para supuestos individuales de insolvencia y no para epidemias o crisis sistémicas”, señala.
RUBEN SEGAL
En su visión, se requiere una reforma sustancial, “que mediante un estatuto especifico, no atado a la clásica concepción insular y deóntica de los moldes jurídicos, sino a través de aportes transdisciplinarios, permita encarar y lograr un salvataje colectivo a los afectados por esta imperante crisis, regenerar el tejido productivo y motorizar las actividades que brindan empleo”.
Para Segal, la ley debiera habilitar para operar en un doble sentido: preventivamente -como una red de seguridad que evite que nuevos agentes sucumban en la fosa concursal- y reparatoriamente a fin de sanear las estructuras económicas de modo que quienes se encuentren en un procedimiento concursal puedan emerger de dicha situación.
El proyecto solo se limitaba a otorgar más tiempo a determinados sujetos para mantenerse al amparo de los procedimientos concursales, mientras a otros les demoraba la entrada, observó Segal.
Y para cumplir sus fines , “amordazaba a los acreedores, anulándoles temporalmente el derecho de agresión patrimonial, e instaurando un paraíso temporal para deudores”, sostuvo. Entre tanto, quedó en el limbo.
Segal conluye: “Por la feria parlamentaria no habrá ley de reformas ni otra que lleve alivio al universo de concursados y fallidos o a los que próximamente pasaran a integrarlo. Como remedo, a aquellos les quedará esperar en el oscuro encierro de los procesos que el inflexible devenir del tiempo cumpla con la función de licuación que tenían a cargo los antiguos alquimistas, o resignarse a que la ley del mercado realice la inefable selección natural con la inapreciable ayuda de la propia ley de quiebras”.
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