Por Marcelo Bonelli
El ministro encomendó medidas especiales contra la inflación. Pero admite que están condicionadas por las internas políticas.
El cruce fue fuerte. Hubo insultos y adjetivos despectivos: “Inútiles”, “boludos eternos” y en los contrapuntos voló hasta un “pelotudo”. Sergio Massa ardía en la noche del lunes contra el BCRA. Su equipo reflotó toda la ira contra Miguel Pesce. El ministro llamó a su celular: estaba inhallable, en el Interior y sin señal. Volvía de un placentero y extendido weekend.
Economía explotaba. Massa decidió llamar a Agustín Torcassi. El gerente general del BCRA tartamudeó. Massa le dijo: “Yo te ordeno. Esa resolución está mal. La tenés que corregir”. Se trataba de la medida del BCRA que ponía en jaque la única medida que frenó la corrida cambiaria y permitió recomponer las menguadas reservas.
Torcassi dudaba. Recién al final del día apareció el jefe del BCRA. Su teléfono estallaba de mensajes cuando le volvió la señal. El diálogo con Massa fue tenso: los reproches iban y venían. Pesce argumentó que la medida estaba consensuada: “No me jodan más”. Massa atacó: “Yo no voy a correr ningún riesgo”. Y acusó: “Tengo la mayor liquidación de soja en 15 años y ustedes pretenden embarrar la cancha”.
Ya era la noche avanzada. Al final, el BCRA cambió. Pero el episodio abrió múltiples especulaciones en el círculo rojo y reflejó lo endeble de todo. El equipo económico bramaba y Massa le pidió un informe a Lisandro Cleri. En Economía dicen que “se le escapó la tortuga”.
En Economía se reabrieron todas las dudas contra Pesce. Massa le pidió su cabeza –en julio– a Alberto y el Presidente resistió. Ignacio de Mendiguren –esa noche- lo consultó a Massa: “Pesce lo hizo de boludo o de mala leche”. Massa respondió: “Son boludos”.
El Vasco transmitió una duda que surgió de los propios hombres de negocios. Conocer si la Casa Rosada quiere ponerle una piedra pómez que lije al ascendente Massa. La sospecha es que se trataría de una operación, similar a la que Alberto ensayó sobre Juan Manzur. El jefe de Gabinete retomó su hiperactividad.
Cristina se lo advirtió a Massa. La vice acusa a Alberto de “delirar” y pensar que tiene chance de reelección. Para eso buscaría licuar la figura de ministro de Economía. Bailan en la cubierta del Titanic.
Miguel Pesce, presidente del Banco Central. El nuevo cepo para que los productores agropecuarios compren dólares tensó más su relación con Sergio Massa. Foto Bloomberg
Pesce acababa de ser ratificado por Alberto. El Presidente lo defendió a capa y espada de los embates de la vice y el propio Massa. Alberto reflexionó en Olivos: “Atacan a Pesce, pero van contra mí. Pesce es el mejor para el BCRA”.
Cristina –sin embargo- lo trata a Pesce de “marmota” y “pelotudo”. Lo culpa de no acumular reservas por dilapidar los dólares del superávit comercial del 2021-2022. El Presidente piensa distinto. Dice que Cristina propone “delirios” y que las reservas se licuaron por la crisis política -y el golpe a la gobernabilidad– que ocasionaron la vice, Máximo y Kicillof.
Alberto se refiere a la ofensiva que el trío lanzó al desplazar a Martín Guzmán: “Rompieron todo, fueron elefantes en un bazar”. Cristina alienta la tensión entre Alberto y Massa. Esta última semana le transmitió al ministro que Alberto “está celoso” y que lo del BCRA fue adrede para opacar una medida aislada, pragmática y exitosa.
También, que Alberto estaba inquieto por la buena recepción que Massa tuvo en Washington. Ambos, ministro y Presidente, -es indudable- tuvieron posiciones antagónicas en EE.UU. Massa se alineó con Washington y tuvo apoyo de la Casa Blanca. Alberto se dedicó a disparar contra EE.UU. y reivindicó a Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Alberto -a su vez- fogoneó el ataque a Mauricio Claver–Carone. Massa lo apoyó y tuvo el compromiso –este jueves se estaba aprobando– de un préstamo especial del BID: US$ 700 millones para las reservas. La suerte de Carone está echada: el directorio del BID este jueves a la noche aprobó su desplazamiento por faltas al código de ética de la institución. La investigación concluyente la hizo la firma David Polk.
Hay un párrafo clave que confirma que Carone tiene una relación prohibida con Jessica Bedoya, la jefa de gabinete del BID. El documento de unas 100 páginas dice que Bedoya ingresó sin cumplir requisitos y que sus ingresos eran reforzados en forma inadecuada por Carone. Ganaba tres veces más que lo establecido. El Tesoro de EE.UU. fue decisivo para su desplazamiento. Provisoriamente asumiría Reina Mejía Chacón
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Mauricio Claver-Carone, con los días contados en el BID. Foto EFE
Argentina no tiene ninguna probabilidad de designar el reemplazante de Carone: el propio Carone dice que la denuncia anónima contra su persona surgió del director argentino Guillermo Francos. Eso saca de carrera a la Argentina.
Massa no quiere hacer olas. Tampoco, entrar en la pelea de Alberto-Cristina. Los Pimpinela de la política bajaron la confrontación pública, pero las cosas andan mal y ambos se desconfían; Alberto descalifica en privado a la vice y Cristina lo destrata –entre sus gurkas- al Presidente.
Massa elude la confrontación y puso paños fríos. Este jueves –en la UIA– dijo que el episodio con Pesce ocurrió “porque Miguel estaba fuera del banco y su equipo instrumentó mal las cosas”.
Daniel Funes de Rioja atacó los cepos al dólar y pidió por el billete Qatar: “Los dólares deben ser para la producción”. Funes –y varios más– se comieron un duro sapo: recibir con pompa a De Mendiguren. “Isidorito “ – como le dicen a Funes– boicoteó su ingresó a la conducción de la UIA.
La trifulca entre ambos fue histórica y en la volteada cayó Paolo Rocca. En ese momento De Mendiguren afirmó: “Funes es un abogado que no distingue una tuerca de un tornillo”.
Massa contragolpeó a los reclamos fabriles: admitió los problemas, pero expuso las insólitas conclusiones de una auditoría de Aduana. Hay empresas con autorizaciones para importar por siete años y la Zona Franca de La Plata es un colador. El problema es la brecha cambiaria.
Matías Tombolini, secretario de Comercio, intervino en el conflicto por las figuritas del Mundial: reunió a kiosqueros y directivos de Panini. Recibió críticas internas.
Clarín confirmó que Massa encomendó a un grupo de funcionarios el diseño de medidas especiales y antiinflacionarias. En eso trabajan Gabriel Rubinstein y Leo Madcur. Matías Tombolini solo recibió palos internos por el blooper con las figuritas.
Recién se trabaja para fines de octubre. Así lo admitió Massa: “Primero tenemos que salir de terapia intensiva”. La cuestión está enrarecida por la pelea política.
El factor Macri
Cristina insiste en forzar el diálogo con Mauricio Macri. En los círculos de poder dicen que ambos tienen un canal continuo y abierto. Ese “correveidile” lo alimentan José Torello y Adolfo Rodríguez Saá.
Mauricio Macri –igual– se plantó. Teme quedar envuelto en la intención de la vice de buscar un esquema de impunidad. Macri tuvo una oferta confidencial de ese tipo al inicio del gobierno de Alberto. En febrero-marzo del 2020 la rechazó en forma terminante
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Cristina Kirchner insiste en forzar un diálogo con Mauricio Macri. Él lo evita.
En el Instituto Patria avanzan con una idea que ya tendría forma jurídica: Cristina busca aval opositor para que todas las denuncias en su contra y –eventualmente- las de Macri tuvieran una solución al estilo menemista, un per saltum, para que vayan a dormir a la Corte Suprema. El plan de la vice -obvio– es más amplio: eliminar las PASO y eventualmente abrir un mecanismo para adelantar las elecciones. Se usaría solo en caso de que la economía no se estabilice a fin de año.
El atentado abatió y golpeó a la vice. Ella sabe que perdió poder para construir, pero posee algo valioso: iniciativa política e intacta su capacidad de destrucción y daño.