Por Nicolás J.
La falta de calidad de vida y la desconexión entre sociedad y política se agrava día a día.
La ciudadanía se encuentra sumida en la mediocridad, la falta de educación y la ignorancia, lo que ha llevado a una decadencia política desalentadora. Esta peligrosa retroalimentación entre ciudadanos y políticos se ha convertido en una trampa de la que es difícil escapar.
En primer lugar, resulta innegable que una gran parte de la ciudadanía ha caído en la complacencia y la apatía. El descreimiento y el conformismo se ha apoderado de las mentes de muchos, quienes han dejado de exigir calidad de vida –más ya no saben que es eso- y una representación política eficiente. La educación deficiente y la falta de expectativas de superación han creado una masa de personas que no cuestionan, que no exigen y que no se preocupan por su propio bienestar, el de sus hijos, sus nietos y el de sus comunidades.
Por otro lado, la dirigencia política no se queda atrás en esta cadena de decadencia. Contradiciendo sus promesas y compromisos en el corto plazo, los políticos han olvidado su deber de representar los intereses y necesidades del pueblo. En lugar de trabajar en beneficio de aquellos que los eligieron, han caído en un patrón de corrupción, egoísmo y desinterés por la realidad cotidiana de quienes debieran representar.
Resulta escandaloso constatar cómo, a pesar de los avances tecnológicos y la supuesta “democratización” de la información, la dirigencia política ha permanecido estancada durante las últimas cuatro décadas. La ausencia en las cámaras legislativas, con un presentismo vergonzoso, revela el desprecio con el que se toman sus responsabilidades.
Esta situación de desencanto y falta de liderazgo crea una retroalimentación tóxica entre ciudadanos y políticos. Los primeros, al no exigir y participar de manera activa en los procesos democráticos, terminan eligiendo a aquellos políticos mediocres y corruptos que solo perpetúan su miseria. Por otro lado, los políticos, al verse exentos de responsabilidades y consecuencias, encuentran en esta ciudadanía apática el caldo de cultivo perfecto para continuar con sus prácticas negligentes.
La necesidad urgente de romper este ciclo destructivo se vuelve evidente. Es imperativo que la ciudadanía despierte de su letargo y se tome su lugar para exigir cambios y una representación verdadera. Del mismo modo, los políticos deben dejar de lado sus intereses personales y recordar que su deber es trabajar por el bienestar colectivo y no el de su partido. La creencia de que el gobierno es órgano del partido, es una perimida fórmula soviética, que no tiene ningún lugar en aquellos países que hacen las cosas bien y les va bien.
El futuro de una nación no puede depender únicamente de líderes deshonestos y ciudadanos desinteresados. La transformación real solo será posible cuando la ciudadanía exija rendición de cuentas y participe de manera activa en la vida política. Solo así se podrá romper la peligrosa retroalimentación que mantiene a ambos lados sumidos en la miseria y la decadencia.
Es hora de que la mediocridad sea reemplazada por la excelencia, la educación sea valorada y promovida, y los ciudadanos se conviertan en actores conscientes y responsables de su destino.
En medio de la decadencia generalizada y la mediocridad que impera, existe una porción lamentablemente pequeña de la población que ha logrado mantenerse al margen de este ciclo destructivo, que sobrevive y progresa, pese incluso a su histórico castigo…la presión fiscal. Estos individuos, en busca de un progreso constante, han optado por no abandonar costumbres dignas como el estudio, la superación personal y el desarrollo profesional. Sin embargo, paradójicamente, son mal vistos por la sociedad mediocre que los rodea y que observa con desprecio y envidia sus valores de excelencia, lealtad y honorabilidad. Su progreso y su mejora continua.
En un contexto donde la educación se ha vuelto un lujo para pocos y el conformismo es el estandarte de muchos, a quienes el gobierno invita a profundizar en ese sentido, estos esta minoría ha encontrado en el conocimiento y el mérito los pilares para construir una vida digna y llena de logros. Han entendido que la formación continua y la especialización son fundamentales para destacarse en un mundo cada vez más competitivo.
A pesar de las dificultades y las miradas despectivas que reciben, estos individuos perseveran en su camino, sin dañar a terceros, demostrando que es posible alcanzar el éxito sin sucumbir a la mediocridad reinante. Son ejemplos vivos de cómo el esfuerzo y el compromiso pueden marcar la diferencia en una sociedad que ha perdido de vista el valor del trabajo duro y la dedicación.
No obstante, su lucha no se limita únicamente a su desarrollo individual. Conscientes de la realidad que los rodea, buscan influir al menos en su entorno próximo, tratando de despertar la conciencia ciudadana y promoviendo la importancia de la excelencia en todas las esferas de la vida. Sin embargo, esta tarea se presenta desafiante, ya que la mediocridad que impera tiende a mirar con recelo a aquellos que se esfuerzan por ser mejores, tachándolos de arrogantes, egoístas o “individualistas”.
En este contexto, resulta imprescindible generar espacios de reconocimiento y valoración para aquellos que han optado por no dejarse arrastrar por la mediocridad reinante. Es necesario destacar y celebrar los logros de quienes, con dedicación y perseverancia, han logrado destacarse en su campo, no solo como un reconocimiento a su esfuerzo individual, sino también como un ejemplo para aquellos que aún dudan de las posibilidades que la excelencia puede brindar.
La retroalimentación entre ciudadanos y políticos corruptos, ya mencionada, no debe eclipsar el trabajo de aquellos que buscan romper con esta dinámica negativa. Su lucha es fundamental para generar un cambio significativo en la sociedad, pues su ejemplo desafía las estructuras de conformismo y apatía que han prevalecido durante ya demasiado tiempo.
En conclusión, si bien la mediocridad y la decadencia política parecen dominar el escenario actual, existen aquellos individuos que se esfuerzan por mantenerse ajenos a esta dinámica destructiva. No todo esta perdido.
Nicolás J.