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En el mundo de las operaciones financieras suele llegar un punto de no retorno en el que la cantidad de esfuerzo y dinero invertido para sacar adelante un proyecto es lo suficientemente elevado como para que retirarse a medio camino no tenga ningún sentido. Es lo que le pasa a András Tombor, el magnate húngaro quien, en comandita con una empresa pública de la Hungría de Víktor Orbán, quiere hacerse con el fabricante de trenes español Talgo. En algún momento de esta semana presentará formalmente su opa por algo más de 630 millones de euros, a pesar de que el Gobierno ha dejado claro que se opone a la operación. El ministro que dinamita su apellido con cada tuit ha llegado decir que “hará todo lo posible” para que no ocurra. Incluso han sonado campanas de que la SEPI podría entrar en el capital para dinamitar la operación. En realidad, una vez llegados a este punto, con todo el trabajo legal, financiero, estratégico y de persuasión a los principales accionistas prácticamente hecho, a Tombor le queda solo invertir un poquito más en Relaciones y Asuntos Públicos y ver qué si puede torcer la mano a Moncloa. La jugada es audaz. Lo que preocupa al Gobierno -no sin fundamento- son los lazos rusos del consorcio, pero si no los puede demostrar, va a tener que armar muy bien su respuesta jurídica para justificar el veto a una empresa que, sobre el papel, es 100% de un país de la UE.
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Fuente El Confidencial