En Asia Central, desde el oeste del mar Caspio hasta el macizo de Altái, se encuentra Kazajistán. Con una superficie de 2.724.900 kilómetros cuadrados, es el noveno país más grande del mundo y comparte 7.591 kilómetros de frontera con Rusia —con sus 51 puestos fronterizos correspondientes— y 1.783 kilómetros con China.
Con una población de casi 20 millones de habitantes, Kazajistán fue la última república soviética que declaró su independencia el 16 de diciembre de 1991. Antes, el 25 de octubre de 1990, ya había manifestado su intención de convertirse en una república democrática. Desde entonces, no ha dejado de dar pasos para abrirse al mundo y estrechar sus relaciones con la Unión Europea. Los más significativos se produjeron en 2022, cuando después de una serie de protestas se aprobó una nueva Constitución, hubo unas elecciones presidenciales donde Kasim-Yomart Tokáev fue reelegido y se celebraron otras de carácter legislativo, donde participaron nuevos partidos políticos.
Estar encajado en el mapa entre dos superpotencias y tener como ejemplo a seguir a las democracias europeas, «es una tarea que necesita muchos esfuerzos», según reconoce su embajador en España, Danat Mussayev. «No puedo decir que sea fácil», apunta a este diario. Lo dice tranquilo, incluso se le escapa una leve carcajada al decirlo. Reconoce que eso tiene «sus ventajas y desventajas, como cualquier cosa en esta vida» y que el secreto de que Kazajistán «se lleve bien con todos los países del mundo y no tenga enemigos» tiene que ver con el hecho de que su política exterior es «equilibrada y pragmática»: «Somos partidarios de las relaciones mutuamente ventajosas y que velen por nuestros intereses».
Con España, en este sentido, las relaciones «tradicionalmente son muy buenas» y comenzaron en 1992, cuando ambos países abrieron sus respectivas embajadas en Madrid y Astaná. Durante algo más de tres décadas, los presidentes del Gobierno José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy visitaron el país. En 2007 los Reyes Juan Carlos y Sofía estuvieron allí de viaje de Estado; y Felipe VI también visitó el país con motivo de la inauguración de la Expo 2017.
Desde 1991 y hasta ahora, el PIB per cápita en Kazajistán ha pasado de los 700 dólares a más de 13.000. Se ha situado como uno de los países más grandes como fuente de abastecimiento de materias primas. Además de petróleo, gas y metales, es el primer productor de Uranio en el mundo; y uno de los principales exportadores de cereales y trigo. En cuanto a industria, también ha experimentado un gran desarrollo en los últimos años. Un aspecto donde España «puede sumar muchísimo». «España es muy fuerte a nivel industrial. Tiene una tecnología muy avanzada, con unos precios muy competitivos», aprecia Mussayev, quien persigue el objetivo de que los empresarios españoles «no solo miren a los mercados tradicionales para España como América Latina, Europa o el norte de África». Apunta un dato para sacar pecho: Kazajistán es la puerta a Asia Central, «un mercado de más de 50 millones de habitantes», por lo que «logísticamente y geográficamente es cómodo».
Este 2024 está marcado precisamente por el decimoquinto aniversario de la firma del acuerdo de asociación estratégica entre España y Kazajistán. Un hito en las relaciones entre países que, según Mussayev, debe aprovecharse para elevarlas a todos los niveles: desde el punto de vista económico y comercial, pero también en materia de tecnología y educación. Sobre esto último, entre el 17 y 19 de abril, doce delegaciones de universidades españolas viajarán a Kazajistán para una visita organizada entre la embajada y la oficina internacional del Ministerio de Educación, con el fin de explorar «las posibilidades de establecer estrechas relaciones» con los centros universitarios kazajos.
—¿Cuánto interés despierta España en Kazajistán?
—En Kazajistán se mira con muy buenos ojos a España. Se sabe mucho sobre España; lamentablemente, debo decir que aquí no se conoce mucho sobre Kazajistán. Pero allí está muy de moda aprender español y hay muchos centros donde lo enseñan. El año pasado se abrió en Astaná una escuela pública que se llama Lope de Vega que tiene como segunda lengua el castellano. Desde 1999 trabajamos para que se abra un Instituto Cervantes. Todavía no lo hemos conseguido, pero hacemos todo lo posible porque entre los kazajos hay un sentimiento muy bueno hacia España.
—El idioma influiría además en la educación y a la hora de hacer intercambios con universidades de los dos países.
—Sí. Kazajistán es un país joven. La mitad de nuestra población son jóvenes y los niveles de natalidad son altos. La demanda para educación superior es elevada y solo puede crecer. Por eso como mercado educativo Kazajistán tiene muchas perspectivas de las que España se podría beneficiar, y viceversa. Por eso estamos trabajando para conseguir convenios para abrir programas de doble titulación; y queremos ofrecer a universidades españolas la oportunidad de abrir algún centro en Kazajistán.
—Es una vía más para abrirse al mundo.
—Exacto. Desde los primeros días de nuestra independencia abrimos las puertas de nuestro país a todo el mundo. Siempre quisimos estar en el mundo globalizado. Tenemos una beca que significa en kazajo «futuro» y que el Gobierno puso en marcha cuando nuestro presupuesto público no tenía mucho dinero: son 3.000 becas para enviar a nuestros jóvenes a las mejores universidades de todo el mundo. Hoy seguimos teniendo esa beca.
«En Kazajistán creemos que cuanto más abiertos estemos al mundo, más ventajas tendremos», cuenta Mussayev. Esta necesidad de aperturismo y expansión se entiende por la cantidad de años que formó parte de la Unión Soviética. Ese afán de querer estar en el mundo y de tener presencia de puertas hacia afuera, también tiene que ver con el hecho de que en Kazajistán conviven más de 130 etnias diferentes. «Para nosotros estar dentro de esta diversidad étnica y religiosa es algo natural», explica, al tiempo que señala que es algo que «nos enriquece, no nos divide»: «Yo crecí entre rusos, coreanos, alemanes, kazajos… todos jugábamos juntos y celebrábamos nuestras fiestas nacionales, étnicas y religiosas». «Antes, cuando era joven, no me daba cuenta de que era algo de lo que estar orgullosos, pero ahora lo entiendo. Al resto de la gente de mi país le sucede un poco lo mismo», apunta.
—En un momento de grave inestabilidad geopolítica, ¿lo consideran un valor a la hora de tender puentes entre países?
—Si. No solo para Kazajistán, también para el resto de países. Somos un país que no tiene ningún problema con ningún país del mundo. Somos muy pacíficos y abiertos al mundo. Nos gustaría que nadie tuviera ningún conflicto. Y, si nos pasara a nosotros, desde luego nos gustaría que estos problemas se resolvieran de forma pacífica.
—Comparten frontera con Rusia y China, y además quieren estrechar lazos con las democracias europeas. ¿Cómo se consigue ese equilibrio diplomático para, como usted dice, “llevarse bien con todo el mundo”?
—No puedo decir que sea fácil (ríe). No es fácil. Es una tarea que necesita muchos esfuerzos. Por nuestra parte quiero decir que, históricamente, estamos donde estamos y nuestros vecinos lo son desde hace siglos. Estamos geográficamente en el centro de la macro región de Eurasia, y eso tiene sus ventajas y desventajas, como cualquier cosa en esta vida. Nosotros tenemos una política exterior equilibrada, pragmática y somos partidarios de las relaciones equilibradas y que protejan nuestros intereses.
—Eso es básico, las relaciones bilaterales siempre tienen que ser ventajosas para ambas partes.
—Sí. Con Rusia continuamos con nuestras relaciones y es nuestro socio estratégico. China también lo es y compartimos una frontera de más de 1.000 kilómetros. Es uno de nuestros socios comerciales más importantes. Pero la UE en general, en su conjunto, es un socio muy importante. Es el inversor número uno en Kazajistán. Hay muchos inversores extranjeros en Kazajistán, también EE.UU. Entre todos han invertido en más de tres décadas alrededor de 480.000 millones de dólares. Eso muestra también la creencia de estos países en nuestro futuro. Y, hasta ahora, nosotros hemos conseguido equilibrar todos esos intereses.
—¿Y cómo se equilibran con una invasión como la de Rusia a Ucrania, con una guerra que ya dura más de dos años?
—Nosotros tenemos buenas relaciones con Ucrania y Rusia. Hace unos meses nuestro presidente habló con Zelenski por teléfono; y hace unas semanas con Putin, después de los atentados de Moscú, que nosotros condenamos. Los dos países para nosotros son cercanos. Antes, todos juntos, formábamos parte de la Unión Soviética y por eso también hay muchos rusos y cranianos que viven en Kazajistán en paz. Por eso nosotros somos partidarios de que tiene que haber una resolución pacífica del conflicto. No hay otra alternativa. Nosotros desde el primer momento expresamos nuestra disposición para prestar la plataforma necesaria para cualquier negociación entre las dos partes. Creemos que el conflicto tiene que terminar. En mi opinión, vivimos unos tiempos de una diplomacia sabia, equilibrada, pragmática y que debe tener en cuenta los intereses de todos.
—El conflicto entre Israel y Palestina tampoco les queda lejos.
—Es cierto que en el mapa parece que no estamos cerca de Oriente Medio, pero no es verdad. Nosotros somos vecinos de Irán a través del mar Caspio. Y, por supuesto, nos preocupa esta situación. Rechazamos los ataques a los civiles israelíes, pero al mismo tiempo vemos desproporcionado el uso de la fuerza en Gaza. Queremos que este conflicto termine lo antes posible. No demos nada nuevo cuando afirmamos que nosotros también somos partidarios del principio de la solución de los dos estados para dos pueblos. Lo vemos como la única solución estable para que un conflicto tan largo termine.
—¿Cómo es el ejército kazajo?
—Es fuerte (ríe). No es un secreto que siempre hemos invertido mucho en nuestro ejército. Es bastante moderno y está preparado para responder a los desafíos necesarios. Pero como diplomáticos, y con unas relaciones bilaterales tan arraigadas y estables, siempre intentamos negociar las cosas. Porque creemos que siempre hay puntos de encuentro y consenso.
—¿Y cómo son sus relaciones con EE.UU.?
—Nuestro ministro de Asuntos Exteriores acaba de estar en Washington. Se reunió con el Secretario de Estado, Antony Blinken, quien mostró su apoyo a nuestra independencia e integridad territorial. Abordaron diferentes asuntos económicos y también Blinken también mostró su apoyo a las reformas que nuestro presidente inició cuando llegó en 2019.
—¿Consideran que Kazajistán es todavía una república muy joven?
—Somos jóvenes, pero no tanto. Es fascinante recordar como ha cambiado Kazajistán desde aquellos años soviéticos hasta ahora. Hemos experimentado un cambio grande en un plazo muy corto. Y el crecimiento económico ha sido enorme desde nuestra independencia. En 1991, nuestro PIB per cápita era de 700 dólares; ahora es de más de 13.000. El crecimiento ha sido brutal. A parte de esto, nos gustaría tener estabilidad política. Por eso nuestro presidente empezó con los paquetes de reformas políticas: en 2022 hubo un referéndum con el que se cambió un 30 por ciento de nuestra Constitución, ha habido cambios importantes para fortalecer el papel del parlamento, de nuestros partidos políticos…. Kazajistán evoluciona para convertirse en una democracia todavía más fuerte. Las reformas son un proceso, pero toda esa evolución es irreversible. Y hay que tener en cuenta que tomar esas decisiones en el momento en el que estamos, y sobre todo por el lugar donde nos encontramos, es de ser muy valientes. Pero nosotros estamos haciendo todas estas cosas porque creemos en la democracia y en que la separación de poderes da estabilidad.
—¿Y en esta transición, miran a España?
—Siempre miramos con mucha atención todos los procesos que se viven en España. No puedo comentar sobre lo que pasa aquí porque soy diplomático y no puedo entrar a valorar los asuntos internos del país, pero vemos a España como un modelo interesante y con una experiencia muy importante en esa transición suave que aquí, cuando se pasó de una dictadura a una democracia. España es un muy buen modelo que hay que observar y explorar, para aprender de lo bueno y lo malo. Nosotros intentamos coger lo bueno de todos los países con sistemas democráticos, porque una democracia no se parece nada a otra. India no es España. Tampoco Japón. Todos los países tienen sus propios rasgos y mentalidad.
Fuente ABC