Beirut, 4 de julio de 2025 – Total News Agency-TNA-Durante el reciente conflicto armado entre Irán e Israel, conocido como la guerra del León Ascendente y desarrollado entre el 13 y el 24 de junio, la organización chií libanesa Hezbollah sorprendió al mundo al no intervenir militarmente del lado de Teherán, su histórico aliado. Esta decisión, adoptada incluso mientras Israel mantenía su estrategia de ataques selectivos sobre infraestructura y combatientes de Hezbollah en el sur del Líbano, responde a una compleja combinación de factores estratégicos, religiosos y operativos, según analistas y fuentes vinculadas al movimiento.
Las explicaciones más divulgadas sobre la inacción de Hezbollah se centraron en dos argumentos principales. Por un lado, se ha señalado la creciente presión social, política y económica en el Líbano, lo que habría obligado a Hezbollah a actuar con mayor cautela. Por otro, se alude al efecto disuasorio que habrían tenido los continuos golpes militares israelíes desde el alto el fuego de noviembre de 2024, resultado de la confrontación iniciada tras los ataques del 7 de octubre de 2023.
No obstante, fuentes cercanas al análisis de Hezbollah afirman que estas justificaciones sobrevaloran el impacto del entorno libanés y minimizan la estructura autónoma del grupo. La organización mantiene un sólido entramado institucional conocido como la “Sociedad de la Resistencia”, dirigido por su Consejo Ejecutivo y paralelo al Estado libanés, cuya funcionalidad continúa vigente a pesar de las dificultades financieras. Esta base chií representa, según los expertos, un “público cautivo” en términos ideológicos, religiosos y económicos, que reduce significativamente la presión interna real sobre las decisiones estratégicas del grupo.
En cuanto al supuesto efecto disuasivo israelí, diversos analistas consideran que esa interpretación crea una ilusión peligrosa y no refleja la verdadera lógica operativa de Hezbollah. Su ideología central permanece intacta: resistencia armada permanente hasta la destrucción del Estado de Israel. Como lo expresó el editor jefe de Al Akhbar, Ibrahim Al Amin, cercano al movimiento, “este es solo otro capítulo de una guerra sin fin contra Israel”.
Según se evaluó en círculos de inteligencia regional, la principal razón por la cual Hezbollah no se sumó activamente al conflicto fue la ausencia de una directiva religiosa que lo autorizara. A pesar de presiones operativas ejercidas desde Teherán, esa autorización no fue emitida ni por el Líder Supremo iraní, ni por las autoridades religiosas que guían a Hezbollah bajo la doctrina de la Wilayat al-Faqih (Guía del Jurista Islámico). En la cosmovisión del grupo, ninguna operación militar de envergadura puede realizarse sin esa legitimación.
Este factor religioso se combinó con un interés estratégico urgente en la reconstrucción militar del grupo. Tras los golpes sufridos desde octubre de 2023, Hezbollah prioriza actualmente un período de “tranquilidad para la reconstrucción”, en el que considera tolerable la ofensiva israelí de baja intensidad —conocida como “cortar el césped”— siempre que no escale a un conflicto mayor que comprometa sus recursos y capacidades.
En este sentido, informes indican que Hezbollah está abocado a la restauración de sus capacidades militares, recalibrando sus doctrinas operativas, redefiniendo estrategias de ataque y redistribuyendo recursos hacia fines bélicos, incluso a costa del bienestar civil de su base social. Estas tareas de reestructuración incluyen la preparación para potenciales acciones terroristas futuras contra Israel, tanto desde territorio libanés como en el extranjero.
Aunque no se conocen los motivos exactos por los cuales no se emitió la directiva religiosa, los analistas coinciden en que, de haberse producido, Hezbollah habría actuado con contundencia a favor de Irán. Su arsenal —aunque golpeado— mantiene suficiente redundancia y capacidad como para haber participado activamente en un frente de combate paralelo en el norte de Israel.
La no intervención de Hezbollah, por tanto, no debe interpretarse como una señal de debilidad o disuasión definitiva. Más bien, responde a una decisión calculada que busca evitar la sobreexposición en un momento de transición militar interna y falta de cobertura religiosa autorizada.
Al momento, la situación en el sur del Líbano sigue siendo de tensión controlada. Israel continúa sus ataques quirúrgicos contra blancos seleccionados, mientras Hezbollah reconstruye su estructura operativa sin cruzar líneas que desencadenen una guerra abierta. La pregunta que se impone es si, ante un cambio en la coyuntura regional o una nueva orden de sus líderes religiosos, Hezbollah activará nuevamente su maquinaria de guerra. Por ahora, guarda silencio, pero no está desarmado.