Por Federico Mayol
El ministro bonaerense se convirtió en una persona de extrema confianza de la vice. Y encabeza el “operativo clamor”.
Dicen en el universo K que Andrés Larroque, “El Cuervo”, siempre fue cercano, pero que terminó de consolidar mucho más la relación con Cristina Kirchner en los últimos tiempos, en particular desde septiembre del año pasado, después de que intentaran asesinar a la ex Presidenta en la puerta de su departamento de Recoleta.
La religión, aseguran, fue un punto de encuentro. Larroque nunca fue un activo practicante, pero desde el año pasado que volvió a interesarse en la fe. La biblia siempre lo sedujo: herencia de su abuela Francisca, que cumplió años justo el día de la última visita de Cristina Kirchner y un buen grupo de dirigentes de La Cámpora al Vaticano, en septiembre del 2014. La ex Presidenta le avisó al Papa, y este mandó a Larroque a llamarla por teléfono para saludarla.
“El Cuervo” se tiene fe. Está convencido de que Cristina Kirchner podría rever su decisión de no postularse “a nada”, tal como anunció a fines del 2022, en un arrebato de furia, después de que el Tribunal Oral Federal 2 de la Ciudad la sentenciara por la causa Vialidad a seis años de prisión y la inhabilitara de por vida para ejercer cargos públicos. Ese día, el kirchnerismo puso en marcha el operativo clamor para barrer con la presunta “proscripción”. Larroque se colocó a la cabeza de esa convocatoria y de la ofensiva contra Alberto Fernández para que desactive cuanto antes sus ganas de ser reelecto.
Con la Casa Rosada está todo roto. El único nexo que subsiste es el de Juan Manuel Olmos, el vicejefe de Gabinete: con él sí hay conversaciones que incluyen a la vicepresidenta. “Alberto tercerizó hace tiempo la relación con Cristina. Ahora es el turno de Olmos”, explican en el albertismo.
De dialoguista a combativo
En el kirchnerismo nadie sabe con claridad por qué Larroque levantó tanto el perfil en los últimos meses ni por qué se convirtió en el vocero casi diario de la embestida contra la Casa Rosada cuando en otros tiempos se presentaba como uno de los dirigentes más dialoguistas de La Cámpora.
Pero el contexto coincide con su relación privilegiada con la ex Presidenta, con un profundo debate interno en La Cámpora y con el lanzamiento masivo de la agrupación “La patria es el otro” del pasado sábado en el plenario de Avellaneda.
Larroque, como adelantó este diario el año pasado, puso a disposición su cargo de secretario General de la organización fundada por Máximo Kirchner: será reemplazado por la legisladora porteña Lucia Cámpora, de línea directa con jefe del PJ bonaerense.
Desde que el diputado renunció a la jefatura del bloque del Frente de Todos en la Cámara baja y su conducción monolítica entró en crisis, el ministro de Desarrollo para la Comunidad bonaerense empezó a explorar con más énfasis su propio camino: también cree, dicen, en los “nuevos liderazgos”.
Lo mismo hizo Eduardo “Wado” de Pedro, de recorrida por el círculo rojo para tratar de darle aire a su proyecto presidencial. El ministro del Interior tiene menos prejuicios: puede fustigar en público, y con dureza, a los adversarios del kirchnerismo pero frecuentarlos en privado. Con el aval de la ex Presidenta.
Larroque tiene menos dobleces. “Es intelectualmente honesto: cree en lo que dice”, lo describió a este diario un diputado que lo trataba seguido pero que dejó de verlo cuando votó a favor del acuerdo con el Fondo Monetario.
Amigo de Máximo, enemigo de su entorno
“El Cuervo” y Máximo Kirchner son amigos. Desde hace muchos años. Pero el ministro de Axel Kicillof está enfrentado al círculo de dirigentes más cercano del jefe de La Cámpora. Son tres: Facundo Tignanelli -uno de los principales delegados bonaerenses del hijo de la vicepresidenta-, Martín Rodríguez -número dos del PAMI- y el senador provincial Emmanuel González Santalla. Es llamativo porque, según trasciende, entre ellos tres existen, a su vez, inquietantes disputas internas.
En su momento, Larroque también trató de balancear en la inesperada embestida con la que Kirchner avanzó en el gabinete bonaerense después de la debacle electoral de medio término, y que terminó con Martín Insaurralde, socio provincial del líder de La Cámpora, en la Jefatura de Gabinete.
El ministro de Desarrollo para la Comunidad y Kicillof se llevan realmente bien. El martes, al encuentro en Ensenada que aglutinó a un buen número de dirigentes K, llegaron juntos. Incluso protegieron ese vínculo cuando la ofensiva sobre el gobernador no daba tregua. El pasado sábado, en Avellaneda, los recelos entre el mandatario provincial y Máximo Kirchner volvieron a aflorar públicamente cuando este último le pidió, en el cierre del plenario, “subir a la militancia a los lugares”.
Se olvidó no solo de Larroque, si no también de Walter Correa y Daniela Vilar, y del propio Insaurralde. La frase del diputado no cayó para nada bien. Cristina Kirchner los aglutina, pero las tensiones en el seno del Frente de Todos también sobrevuelan a La Cámpora.
Fuente Clarin