La mujer de Javier Molina le dio la triste noticia de la muerte de Federico Martín Bahamontes, ‘el Águila de Toledo’, que será enterrado este miércoles. «Lo sentí bastante, me dio mucha pena porque con él tenía una buena relación, una buena amistad; comía con él cuando yo iba a Toledo y lo llamaba cada cumpleaños», recuerda el autor de la escultura del ciclista que se levanta majestuosa en la cuesta de las Armas de la capital de Castilla-La Mancha.
Cree que él ha sido la persona que «más he estudiado» a Bahamontes como deportista para poder realizar la estatua, uno de los monumentos más fotografiados de la Ciudad Imperial. «Antes de ponerme con ello, hice un estudio muy grande, me documenté bastante, recopilando vídeos de él en movimiento… Y una vez que empecé con la pieza, no paré de buscar información y observar. Fue mucho tiempo estudiando su figura como ciclista, un año y medio hasta que la terminé», rememora el artista.
«A raíz del proyecto de la escultura, él vino tres o cuatro veces a mi estudio en Valencia para el seguimiento de la obra; y cuando yo iba a Toledo, comía con él. Había una relación bastante buena y me quedo con eso», le brota a Molina antes de partir de Valencia camino de Toledo para asistir esta tarde a las pompas fúnebres del ya legendario ciclista.
Dice que con ‘el Lechuga’, el otro apodo de Bahamontes como herencia de su abuelo, «me lo pasaba muy bien; me aconsejaba, me reía mucho porque era una persona que no tenía filtros a la hora de hablar y me enriquecía bastante».
Desde la muerte de Bahamontes, la escultura está engalanada con una bandera de España, flores y una corona de laurel que rodea la cabeza del ciclista. Costeada por la Fundación Soliss en 2018, el año en que fue inaugurada por Federico acompañado de Miguel Induráin, Carlos Sastre y Pedro Delgado, la obra en bronce luce ahora sobre la reproducción de un maillot de líder de la montaña del Tour de Francia, un jersey que ‘el Águila de Toledo’ ganó en seis ocasiones, además de ser el primer español en conquistar la prueba gala, en 1959.
«Me llena de orgullo porque ha sido una escultura en la que puse mucho, de las esculturas que más contento estoy», reconoce Javier Molina. «Cuando la veo por la televisión o voy a Toledo, me agrada -continúa hablando-. No con todos los proyectos te quedas contento, pero con el de Bahamontes sí que estoy satisfecho».
Fuente ABC