Por Miguel Wiñazki
El secuestro y asesinato del militar venezolano Ronald Ojeda en Chile proyecta su sombra sobre Nicolás Maduro. El riesgo de la penetración de bandas paraoficiales en la Argentina.
Vestidos de policías, integrantes de la megabanda venezolana denominada “El Tren de Aragua” secuestraron el 21 de febrero en Santiago de Chile al militar Ronald Ojeda.
Lo ejecutaron luego.
Ojeda estaba en la mira de la narco tiranía de Nicolás Maduro.
Lo detuvieron en Venezuela el 25 de marzo de 2017, lo torturaron y, en un traslado de presos en noviembre de ese año, logró fugarse y recalar en Chile tras una travesía.
Había sido etiquetado como “Traidor a la Patria” por conspirar supuestamente contra el régimen.
El calvario de Ojeda fue de sangre.
Estuvo en el penal de Ramo Verde durante 239 días. No le ahorraron ningún tormento.
Pero escapó, hasta que lo liquidaron en otras tierras.
Fue un crimen complejo. Los raptores, que fueron cuatro según las primeras investigaciones, subieron a un piso 14, donde vivía Ojeda con su mujer y su hijo de cuatro años.
No lo mataron de inmediato. Probablemente haya estado entre 8 y 10 días secuestrado. Quizás lo atormentaban para pedirle información. Todo transita el paréntesis sugestivo de las investigaciones.
El cadáver de Ojeda fue encontrado dentro de una maleta y bajo una estructura de cemento.
Antes, él habría viajado a Cucuta, Colombia, con el objetivo de recaudar fondos para organizaciones antichavistas.
El 19 febrero de éste año el fiscal general del Ministerio Público de Venezuela, Tarek William Saab, denunció a decenas de militares de participar en la operación “Brazalete Blanco”, cuyo objetivo sería asesinar precisamente a Maduro.
A Ronald Ojeda no se lo perdonaron.
El 21 de febrero lo secuestraron.
¿Hay algún tipo de asociación posible entre ese asesinato y la Argentina?
Algunas versiones afirman que el “Tren de Aragua” habría ingresado al país.
¿Cuándo?
La canciller Diana Mondino dijo que en la Argentina hay infiltrados de Cuba y de Venezuela, con el objetivo de desestabilizar a Milei.
Si es así, no es necesario enfatizar que es grave.
¿Será así?
El sistema de ejecuciones extraterritoriales quizás promovidas desde el corazón del régimen de Caracas, hace pensar en Nisman.
Simplemente porque da que pensar.
Habría que investigar.
Todos los escenarios relativos a aquella muerte requieren de una lupa analítica.
No está demás recordar que en la Argentina el gobierno anterior era socio, en el sentido profundo, de Maduro y de sus secuaces.
Según trascendidos de la justicia chilena, uno de los prófugos es Walter Rodríguez Pérez, probable ejecutor de Ojeda, quien trabajó para Tareck El Aissami.
El Aissami es ex vicepresidente de Venezuela y estaría vinculado al narcotráfico internacional, según los Estados Unidos. Además, se lo acusa por quedarse con unos 26 millones de dólares -como mínimo- para sí mismo cuando era ministro del petróleo de Venezuela, por regalías no debidamente auditadas.
Al Aissami, que fue gobernador de Aragua, sería ahora un enemigo poderoso de Maduro, aunque desde las sombras.
La mega corrupción vuelve fluidas las alianzas y las enemistades armadas.
María Corina Machado, la opositora a Maduro y según todas las encuestas la abrumadora ganadora si hubiera elecciones libres en Venezuela, se refirió al hecho en sus redes:
“El brutal crimen del Teniente Ronald Ojeda, ex preso político venezolano asilado en Chile, ha provocado conmoción en nuestro país. Su secuestro y asesinato evidencia que el acoso trasciende las fronteras. Esperamos los resultados de una investigación exhaustiva por parte del gobierno de Chile para llegar a la verdad de los hechos y para que los responsables enfrenten la justicia”.
Se afirma que en sintonía con la Rusia de Putin, las ejecuciones extraterritoriales formarían parte de un modus operandi del régimen caraqueño.
“El Tren de Aragua” tendría vínculos con ese gobierno, aunque también opera con autonomía o quizás relativa autonomía; en Colombia, en Panamá, en Costa Rica, en Perú; también en Chile y en Bolivia, donde las fronteras del narco con la Argentina han sido históricamente porosas.
Muy porosas.
“El Tren de Aragua”, difiere de otro subgrupo: “Los piratas del tren de Aragua·”, derivado del primero pero con menos consistencia metodológica para delinquir.
“Los piratas del tren de Aragua” habían secuestrado al empresario Rudy Basualdo en Rancagua, lo tuvieron 40 horas cautivo y lo liberaron tras el pago de un rescate millonario
El de Ojeda es un caso diferente.
Ojeda no era millonario ni mucho menos. Lo secuestraron, no le robaron y lo mataron.
No quitaron del edificio en donde lo atacaron las cámaras de videovigilancia.
¿Fue un mensaje?
Ojeda fue ahorcado.
Ninguna de las dimensiones de lo macabro fue evitada.
Al contrario.
Los delincuentes habrían salido de Chile por pasos no habilitados en el norte del país, según conexiones telefónicas detectadas por las autoridades.
Walter Rodríguez Pérez tiene antecedentes pesados por robo, secuestro e intimidación.
El gobierno del presidente Boric había concedido asilo político a Ojeda. A pesar de su socialismo nominal, el primer mandatario fue muy crítico del régimen de Maduro.
Como otras satrapías históricas latinoamericanas, desde el ultra chavismo de Maduro se exportan desestabilizaciones.
“El Tren de Aragua” podría tener vínculos con el régimen o con enemigos íntimos del régimen, o con ambos polos de un gobierno apabullado de internas, de corrupción y de persecución a diestra y siniestra.
“El Tren de Aragua” atraviesa fronteras a sangre y fuego.
¿Están interesados en operar en la Argentina?
Tal vez no.
Pero ¿Por qué no?