Por Eduardo van der Koy
Cristina encuentra escollos en su plan de supervivencia. Tuvo un fallo adverso de la Corte Suprema y su acusación al macrismo por el atentado fallido se deshace sin pruebas en la Justicia.
Es un momento en el que la irascibilidad de Cristina Fernández va creciendo. Su plan de supervivencia política encuentra escollos en todos los terrenos. Por esa razón apostó al acto del próximo jueves, Día de la Militancia. Imagina la consolidación del “operativo clamor” que le reponga una fortaleza política menguante. Quizá, también, invocaciones terapéuticas como la que escuchó del intendente de Pehuajó, Pablo Zurro, cuando la equiparó con los generales San Martín y Belgrano.
La vicepresidenta enfrenta tres dilemas que se le tornan insolubles. No recibe desde hace rato alguna señal que evalúe favorable del Poder Judicial. Es cierto que ha vaciado de poder a Alberto Fernández. No puede desplazarlo sin generar una hecatombe institucional. El profesor de Derecho, con el residual que atesora, se las arregla para complicarla. Está encadenada al designio de Sergio Massa que, según las murmuraciones de Axel Kicillof, está haciendo un ajuste “peor que el de Guzmán (Martín)”.
Tales contrariedades, a lo mejor, fueron las que impulsaron a Cristina a reponer el único episodio del que resultó verdaderamente víctima. El atentado fallido en su contra el primer día de septiembre en la puerta de su departamento en Recoleta. Decidió después de más de dos meses recusar a la jueza María Eugenia Capuchetti. Su investigación determinó la detención y procesamiento de Fernando Sabag Montiel, el hombre que gatilló en falso, Brenda Uliarte y Nicolás Carrizo.
Integrantes de la que se llama la “banda de los copitos”. Casi un desaire para las pretensiones y el ego de la vicepresidenta. Sabag Montiel fue sometido a un perfil psico-policial que realizó la Federal. Conclusión: su personalidad se ajusta a la de un hombre marginal de esta época, capaz de cometer cualquier locura.
Cristina comenzó a articular un relato durante su reaparición en Pilar. Sostiene que el macrismo estuvo detrás de la financiación del ataque. Agregó al diputado del PRO Gerardo Milman –ex funcionario de Patricia Bullrich- por una presunta conversación en un bar que la jueza no logró corroborar. Se replicó la escena en el mismo lugar, a la misma hora, con el gentío y la sonoridad interna y externa. Los investigadores dudan de que el testigo que declaró 23 días después del ataque haya podido escuchar algo con fidelidad. La vicepresidenta necesita construir una épica delante de sus fieles que ni la economía ni la política le pueden ahora facilitar.
Contaría con cierta anuencia del juez Marcelo Martínez de Giorgi y de Gerardo Pollicita, el mismo que pidió elevar a juicio la causa de Vialidad. El fiscal envió diez advertencias sobre posibles allanamientos a la sociedad de los hermanos de Luis Caputo, ex ministro de Mauricio Macri. Son sindicados de haber financiado con pagos de transferencia bancaria por trabajos de carpintería a cuatro derechistas de un grupo llamado Revolución Federal. ¿Desde cuándo los allanamientos, si tienen fundamento, son anticipados? Capuchetti y la Cámara Federal determinaron que no existe ningún vínculo entre aquellas personas con “los copitos”. Las creencias valen siempre para el kirchnerismo mucho más que las evidencias.Gabriel Carrizo y Brenda Uliarte, los dos integrantes de la banda de los copitos que permanecen presos junto a Sabag Montiel.
La magistrada se ocupó de hacer un rastreo en la historia para saber si un atentado de semejante gravedad, como el que padeció Cristina, podría surgir de la nada. O de un grupo marginal e indescifrable como es el de vendedores de copos. El repaso resultó revelador. En julio de este año fue asesinado el ex premier de Japón, Shinzo Abe, durante un acto de campaña. El responsable fue un ex militar, solitario, desempleado y resentido contra la Iglesia de Unificación (conocida como Secta Moon), a la que suponía que Abe ayudaba.
En 2018 Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, fue apuñalado cuando hacia campaña para llegar al Planalto. Su agresor, un año después, fue declarado “inimputable” por una enfermedad mental. Permanece internado. En marzo de 1981 el ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, también fue atacado a tiros y recibió heridas serias. El autor fue detenido, juzgado y pasó 35 años recluido en un hospital psiquiátrico. En junio de 2022 terminó de cumplir su condena. También en 1981 Mehmet Ali Agca atentó contra Juan Pablo II en el Vaticano. Fue condenado a prisión perpetua, luego perdonado por el Papa y deportado a Turquía, donde continuó detenido por otros delitos. Nunca pudo determinarse si su acción tuvo vínculo con algún objetivo político.
Para Cristina, ninguna de esas posibilidades calzaría en su desgracia. Detrás, existiría una conspiración que la oposición, la Justicia y los medios de comunicación pretenderían desconocer. Gigantesco complot que aplica, por otro lado, a las causas de corrupción que están en trámite o a los fallos judiciales que le desagradan.
El duro frente judicial
La Justicia muchas veces no se sustrae al clima que el kirchnerismo supo fomentar. Un ejemplo: el Tribunal Oral Federal 2, que juzga a Cristina por la supuesta adjudicación de la obra pública en beneficio de Lázaro Báez, estaría en condiciones de dictar su fallo en diciembre. Lo integran Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu (ambos cuestionados por la defensa) y Andrés Basso. En simultáneo, la Cámara de Casación (Diego Barroetaveña, Daniel Petrone y Ana María Figueroa) comenzaron a revisar los sobreseimientos de la vicepresidenta y sus hijos en la causa Los Sauces-Hotesur. Sospecha de lavado de dinero. El fiscal Mario Villar se expidió en favor de llevar el caso a juicio oral.
¿Cuál de los tribunales dictaminará primero? Allí radica el secreto que condiciona la política. Si el TOF2 condena a Cristina dejaría en posición incómoda a la Cámara. Vialidad representa el delito precedente de la causa Los Sauces-Hotesur. La plata ilegal de la obra pública habría sido lavada en el sistema hotelero. La confirmación del sobreseimiento podría inducir al TOF2, tal vez, a retrasar su pronunciamiento. La especulación está a la vista.
La batalla contra la Corte Suprema tampoco es ajena a ese panorama. Si las causas por corrupción no se caen tendrá la palabra de la última instancia. La sentencia firme. De allí el recrudecimiento de la ira cuando Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda dictaminaron que el senador opositor Luis Juez debe ocupar un sitio en el Consejo de la Magistratura en reemplazo del camporista Claudio Doñate.
En este caso la onda expansiva del enojo kirchnerista llegó hasta el Presidente. Doñate lo culpó por su gestión timorata: no haberse animado en los primeros 100 días a realizar las reformas judiciales prometidas en campaña. Olvida que el procurador Eduardo Casal nunca logró ser reemplazado porque Cristina se negó a considerar la postulación de Daniel Rafecas, impulsado por Alberto. O que el lugar de Elena Highton en la Corte tampoco pudo ser cubierto por la resistencia de la vice a cualquier propuesta presidencial.
El asunto con la Corte Suprema tiene un adicional. Los cuatro jueces evalúan si antes de fin de año emiten el fallo por el conflicto entre la Ciudad y la Nación, a raíz de la poda de coparticipación que en medio de la pandemia hizo el Presidente. Aquella deliberación tendría que ver con una tendencia: la de considerar atinado el reclamo que hizo en su momento Horacio Rodríguez Larreta. El Gobierno estallaría.
Las señales de Alberto
Aquel pleito fue uno de los que el Presidente quiso haber eludido. La presión kirchnerista lo encerró, terminó enterrando la alianza de coyuntura con el jefe de la Ciudad, fue el comienzo de la caída a pique de su popularidad. ¿Cambiaron los tiempos? Alberto sigue rechazando la idea de la derogación de las PASO. Insiste con la reelección. La necesidad de que el próximo candidato nazca de una competencia interna. Evitando el dedo de la vice. ¿Y si Cristina quiere ser candidata?PAlberto Fernández en Francia. Desde el exterior le mandó un mensaje a los K por las PASO. Foto: EFE
El Presidente envió una señal cuando decidió prorrogar las sesiones ordinarias. El kirchnerismo dispondría de tiempo para intentar alterar el mecanismo electoral. Alberto sabe que los votos para esa maniobra no están. Tampoco piensa mandar un proyecto si convoca a extraordinarias.
En medio de la discordia en esa cima, se mueve Massa. El ministro de Economía critica las PASO y aconseja a Alberto a debatir el tema en la mesa del Frente de Todos. Se sumó días pasados a los cuestionamientos de Cristina por el aumento del sistema de salud de las prepagas. No movió un dedo para impedirlo. Fue publicado en el Boletín Oficial, con una salvedad: se aplicará en dos partes.
La audacia de Massa de sostenerse con un pie en cada orilla no resulta sencilla. Recibiría mayor comprensión del Presidente que de Cristina y los suyos. Allí el problema de la inflación significa un martirio. Que tiene clave electoral. El ministro se anticipó al índice malo de octubre con un bálsamo para el Instituto Patria. El lanzamiento de casi 1.800 productos alimentarios con Precios Justos. Los mismos que en otro tiempo fueron “Cuidados” y “máximos”.
Cristina y La Cámpora se manifiestan impotentes. Miran la realidad económico-social, siguen los pasos del ministro y se miran entre ellos. No encuentran otra respuesta que dejarlo andar. Se aparean sólo para compartir alguna noticia favorable, si es que así lo fue el aumento a los jubilados. La cara la puso la titular del PAMI, Fernanda Raverta. Carecen de respuestas alternativas. De algún dirigente que, en estas circunstancias, sea capaz de garantizar otro rumbo y, a la vez, gobernabilidad. Algo no funciona en esa organización que pretende perdurar.
El eslogan que preludia el “operativo clamor” por Cristina (La Fe de la Esperanza) del Dia del Militante, contrasta con el ajuste y la inflación del intocable Massa. Habrá que ver si a la dama le alcanza para disimularlo con su papel de hechicera.
Fuente Clarin