Fernando Dente: Gira en torno al hijo de una familia de zapateros de una fábrica de pueblo, quien no quiere seguir el mandato familiar. Pero ante la muerte del padre, no le queda remedio que tomar una decisión. Primero opta por hacer quebrar la fábrica con sus trabajadores de toda la vida, hasta que se cruza con una drag queen y se le ocurre dejar los zapatos para hombres y hacer botas resistentes para mujeres que son hombres. Todo genera una revolución y dispara temas como la discriminación y la aceptación de las diferencias. Se basa en la película de los 80, que a su vez se inspira en una fábrica real de Reino Unido, con música de Cyndi Lauper y que consagró a Billy Porter. Se estrenó en Broadway en 2013 y de ahí en más siguió su recorrido. En España se lanzará con equipo argentino y artistas españoles diez días más tarde que acá.
P.: ¿Cómo combina su trabajo en teatro y la serie para Disney en Brasil?
F.D.: Disney se adaptó a que viaje a San Pablo cuando no tengo función y filmamos lunes y martes.
P.: Usted fundó una escuela de comedia musical junto a Ricky Pashkus en la que forman artistas para ese género.
F.D.: No existe el actor sólo de teatro musical, es antiguo pensarlo así; el actor es el actor, de cine, de teatro de texto o de musical. El actor tiene un instrumento que se entrena. Cuando uno ve a Meryl Streep o Glenn Close cantar o bailar tan bien es porque en las grandes capitales del mundo los grandes actores se forman en todas las áreas y buscamos replicar eso.
P.: ¿Cómo ve a las nuevas generaciones?
F.D.: Cada generación tiene su mal, no creo que sean las redes ni Tik Tok o Youtube, porque son un espacio que habilita la creatividad. Siempre en arte lo nuevo genera desconfianza o se cree que aporta beneficios a corto plazo. Yo vengo de la escuela alternativa, a los 12 años volanteaba en Caballito para El Vitral, a los 15 estaba con Hugo Midón y eso ya estaba mejor visto, y a los 17 gané en el reality High School Musical, filmé una película y gané trabajo. Pero desde los diez años me venía formando y lo hago hasta hoy. Creo que los grandes maestros y directores no entran en ese absurdo de despreciar lo popular, nadie deja de contratar a un actor si es tiktoker. Pasó la época en que había que esperar a que un productor se acordara de vos y te llamara para un papel. Cualquiera con una buena idea puede llegar a las plataformas.
P.: ¿Cómo ve el teatro musical en la Argentina y en el mundo?
F.D.: En pandemia pude viajar bastante, vi teatro en España, en Brasil e insisto en que Buenos Aires es la principal capital de habla hispana. La manera en que hacemos teatro acá, sin atajos, es maravillosa. En el mundo, uno entra a ver un musical y aparece la pantalla con los sponsors, aquí todavía no pasa eso, por fortuna y aunque aquí lo necesitemos para sostener económicamente. Lamentablemente hubo un éxodo muy grande de talentos argentinos.
P.: ¿Hay más artistas y escuelas que obras en las que poder actuar?
F.D.: El lema de la escuela es la inserción laboral, hay que trabajar y sostenerse económicamente de la actuación. Creo que hay auge de musicales cuando hay auge en la formación, que primero hay mucha gente lista para hacerlos entonces aparece una época de oro como fue Chicago, Sweet Charity, en tiempos en que Ricky dirigía la Fundación Julio Bocca. Cuando hay talentos, los directores quieren hacer musicales y los productores se sienten inspirados a apostar. Nadie hace musicales para llenarse los bolsillos.
P.: ¿Hay público para la abundancia de propuestas?
F.D.: Siempre hay uno o dos que la rompen y otros que no funcionan. La diferencia con otros países es que no contamos con un turismo que sostenga el teatro, como pasa inclusive en Madrid.