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La adaptación al cambio climático, las inversiones verdes, la eliminación de distorsiones y el financiamiento a pequeños productores están entre las respuestas del Banco Mundial para aumentar la competitividad del sector agroalimentario argentino.
Esta cadena en 2021 representó el 15,7% del PBI, el 10,6% de los ingresos tributarios, entre el 17% y 24% del empleo privado y el 61% de las exportaciones. Así, Argentina se posicionó como el tercer exportador neto de alimentos del mundo.
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Sin embargo, en la última década, las exportaciones agroalimentarias de Argentina han perdido participación en los mercados internacionales.
“Entre las causas de la pérdida de competitividad hay una combinación de factores, desde distorsiones de política que afectan al sector hasta efectos climáticos que hicieron caer la producción y perder hasta un 45% de la misma, como en el caso de las sequías”, dijo Diego Arias, Gerente de Agricultura y Alimentos en el Banco Mundial.
El organismo destacó en su informe “Hacia un sector agroalimentario más competitivo, inclusivo y resiliente en Argentina” que la productividad del sector está por encima de la media argentina y la menor producción de gases invernaderos por cambios en las prácticas, pero señaló la necesidad de avanzar en el desarrollo de políticas de adaptación para mitigar el impacto que las disrupciones climáticas tienen tanto en el sector como en la economía argentina.
“En otros países que han tenido eventos similares, el impacto en Argentina es diferenciado”, dijo Arias, quien señaló a los efectos de las últimas sequías, como la de 2023 que implicó una disminución del 40% en los ingresos por exportaciones de soja y pérdidas totales por U$S 20.000 millones, equivalentes al 3% del PBI. Además, remarcó que las anteriores sequías (2018 y 2009) estuvieron fuertemente asociadas con la depreciación del peso y las contracciones del PBI.
Además, el informe del organismo señala un retroceso en la superficie forestal y puntualizan que, si no se implementan medidas de adaptación los daños causados por las inundaciones podrían representar una pérdida del 0,5% del PBI para 2060, mientras que las sequías podrían representar una caída del 4% anual para 2050.
Es por esto que insisten en la necesidad de desarrollar medidas de adaptación entre las que incluyen desde financiamiento hasta infraestructura, tecnologías, o nuevas prácticas.
Financiamiento
Por el lado del financiamiento, destacaron la necesidad de aumentar el apoyo al productor. Según la OCDE, la media se ubica en un 13% de la contribución del sector en el mundo, mientras que en Argentina fue -14% en 2022. Estas políticas abarcan desde apoyos directos, quitas de impuestos, asistencias en catástrofes a través de la reducción de tasas, protección en frontera a través de precios o aranceles, entre otros.
Una de las opciones es la inclusión de un seguro básico, que cubra algunos de los riesgos comunes que puede sufrir el sector y se complemente con los privados.
“Los apoyos de emergencia agropecuaria, a los que menos les impacta es a los grandes agricultores, es en la agricultura familiar donde pesa más la carga impositiva y donde más cuesta recuperarse de las sequías o volver a invertir”, dijo Irene Wasilevsky, economista agrícola senior de la entidad.
“Los programas de financiamiento impactan más en el agricultor familiar que tiene menor acceso al financiamiento y además son más vulnerables ante el impacto del cambio climático, porque tienen menor resiliencia a estas variaciones, así como a las económicas”, agregó.
Esto cobra especial relevancia si se tiene en cuenta que aproximadamente el 50% del consumo doméstico de alimentos del país es fruto de la agricultura familiar.
Arias agregó: “Muchas de esas familias hoy están por debajo de la línea de pobreza y las políticas y las dinámicas de mercado dejan atrás a este segmento: en cuanto a adaptación al cambio climático y a aprovechar mercados, el acceso a financiamiento es difícil. Ahí hay un rol público para innovar y romper con una tendencia que excluye a los pequeños productores”.
Nuevas tecnologías
Entre las medidas que destacaron para la adaptación al cambio climático en la producción señalaron que Argentina exporta muchas las tecnologías útiles para ese fin, como la siembra directa o las semillas mejoradas para resisitir a la sequía. Señalaron además políticas de manejo del agua, manejo de tierras, además de ofrecer el know how técnico.
Si bien las innovaciones tecnológicas existen en Argentina y son exportadas, muchas veces su desarrollo está vinculado a los commodities y no responden a problemáticas de la producción para consumo local.
Innovación no es solo tecnología
“Pero no es solo tecnología, también son prácticas”, subrayó Wasilevsky, quien destacó que las mismas también generan un aumento en la productividad.
La especialista agregó: “Por ejemplo el manejo ganadero (que contempla cruzarlo con actividades forestales), no es tanta inversión de capital, pero si es necesario el apoyo técnico. Acá se probó que mejora la eficiencia, los ingresos y prepara para resistir mejor los efecto”. Triple impacto. Diversificar la producción también permite que los productores no estén atados a la variación de una sola mercancía, cuyo precio puede fluctuar y permite rotar ingresos.
Otro factor que cobra importancia para estos productores es el enlace con comercializadores intermedios, las alianzas productivas y las cooperativas de productores para agregar valor al producto final.
Por qué se pueden cerrar mercados
“Los mercados demandan más productos que han sido producidos con menor huella de carbono, no tanto por la adaptación en sí del productor, sino si para su producción no se deforestó, no hubo desmonte. La Unión Europea tiene en claro que si para 2025 no se alinean con esos requisitos, se pueden cerrar mercados“, agregó Arias y subrayó el rol de los bienes públicos para alcanzar esos estándares.
Wasilevsky agregó: “Uno de los bienes públicos más importantes es la información, el producto solo no puede certificar, notificar a Europa los requisitos del producto”.
Fuente El Cronista