Por Dr. Jorge Corrado*
“Aquel a quien no le preocupa el futuro, se topará con la desgracia.” Confucio
Alguna vez un gran estadista americano dijo:
A mi juicio, el mejor gobierno es el que deja a la gente más tiempo en paz”
Cuanta verdad encierra esa frase. Hoy vivimos y somatizamos un estado de “guerra civil”. Que, si bien no se manifiesta en forma franca y abierta, abarca todos los aspectos de la actividad del Estado. La violencia y la sangre que corre diariamente en las calles no es sino una manifestación ulterior, superficial y periférica, de un proceso de descomposición cultural e institucional que ya lleva años y que nuestra extraviada corporación política no conceptualiza, por ignorancia o complicidad.
¿Quiénes, en definitiva, rendirán cuenta por semejante falta de responsabilidad y de competencia? En los últimos 40 años nuestra “clase dirigente” nos ha brindado un amplísimo vademécum de ideólogos, oportunistas, comerciantes de la pequeña política electoralista y nos dejaron sin destino, sin futuro, sin esperanzas. Cientos de “políticos” han pasado, pensando sólo en la próxima elección y el los “negocios”. Ningún “estadista” emergió, pensando en la próxima generación. Y este agravio a la democracia es un desconcepto que pagamos con sangre en las calles. Solamente para tomar las carteras de Defensa y Seguridad, las más sensibles y básicas para la supervivencia del Estado, y analizamos los ministros de esas carteras, ya sean nacionales o provinciales desde el 10 de diciembre de 1983, nos podríamos preguntar: ¿Cuántos fueron especialistas en ésas áreas críticas? La respuesta nos sorprendería. Fabricantes de molinos, médicos, antropólogos, dirigentes que fracasaron en otras áreas, despedidos por ineptos recaían en esos ministerios como moneda de cambio. Cuadros inferiores con carencia absoluta de la Teoría del Conflicto Contemporáneo, Planeamiento Estratégico, Polemología, Geopolítica, Inteligencia Estratégica, y podemos seguir enumerando. Dónde quedó el requisito de la idoneidad en los cargos públicos que exige nuestra Constitución en su art. 16. Bien gracias !!
La guerra es un hecho político, no militar, ni económico, ni policial, ni jurídico.
No estudiar sus causas, evolución y consecuencias es negar la Defensa y Seguridad.
Es el ámbito público, el sistema político el que no está funcionando. Ese es el mecanismo natural de negociación social de la diversidad, que nos permitiría convivir en paz, construyendo a la Nación con el “plan sustentable” que el mundo nos está exigiendo y que frente a las elecciones que vienen, aun no encontramos. Seguimos con los enunciados vacíos. Hay quienes no se aperciben que ya recorrimos esos senderos utópicos y que la paciencia de los pueblos tiene límites.
Las amenazas, los riesgos y los hechos estratégicos emergentes con el siglo XXI son totalmente diferentes, inéditos en sus formas. No hay bibliotecas ni antecedentes para estudiar su accionar operativo. Conceptualmente, ya los conocimos, en la proto-historia.
El ritmo vertiginoso de la revolución científica-tecnológica en curso proporciona nuevos elementos técnicos, para desarrollar muy antiguas maniobras. Las que conocían los primeros nómades cazadores-recolectores. El Crimen Organizado Transnacional utiliza TODOS estos medios de última generación, para su objetivo central, la infiltración en las estructuras de poder, a fin de imponer su voluntad. Y esto se logra por captación, compra de voluntades, coacción o por la fuerza, a través de aparatos organizados políticamente, capaces de ejercer la violencia, con conducción internacional centralizada.
La forma que adopta el Crimen Organizado, en el ámbito sudamericano, es el “narcoterrorismo”. La simbiosis del tráfico ilegal y el terrorismo revolucionario, remanente de la guerra fría en el Hemisferio Sur.
Su epicentro en el continente es Colombia, pero desde los inicios de la posguerra fría ha infiltrado toda la estructura estatal Latinoamericana. En Perú, Sendero Luminoso, hoy reactivado, lleva más de 30.000 muertos en diez años, casi la cifra de muertos en los últimos conflictos convencionales en Europa. Bolivia, con una cifra idéntica. Ecuador con una infiltración permanente de las FARC, con todas sus Instituciones vaciadas de contenido y con una inexistente política de Defensa. Venezuela, principal enclave de apoyo tanto material como logístico para la guerrilla colombiana, cuyo Presidente ha dado indudables muestras de simpatía a la misma. Brasil, con más de diez divisiones de ejército en la frontera con Colombia para evitar la penetración de los carteles en la cuenca del Amazonas, hecho que se ha evitado en forma parcial. Las dos megalópolis de Brasil, Río y San Pablo, concentran a cerca de 200.000 hombres armados incluso con material pesado, en sus favelas, financiados por el narcotráfico y fuera del control del Estado. México, eslabón esencial del fentanilo que se exporta a EEUU, dividido y controlado por los cárteles que han provocado más de 180.000 muertos en 15 años. Tres veces la cantidad de muertos que tuvo EEUU en Vietnam en 10 años de guerra. La penetración en las instituciones de gobierno nos permiten afirmar que hoy en 2025 es un Narco-Estado.
En Colombia los remanentes de las FARC y el ELN controlan el 40 % del territorio en áreas de producción de estupefacientes. Tienen la iniciativa estratégica y han lanzado una feroz campaña deintimidación y violencia, a fin de jaquear e imponer su voluntad. El Tren de Aragua, el Cártel del Golfo, el Primer Comando de la Capital y otras estructuras de Crimen Transnacional se expanden como un tsunami de sangre en Hispanoamérica, sin disuasión.
Si no entendemos que no habrá seguridad pública sin seguridad estratégica, la sangre de nuestros hermanos seguirá corriendo por las calles, en una guerra con objetivos ajenos y por supuesto, sin responsables locales de tamaño oprobio.
Nuestro sistema de Defensa actual impidela previsión de los riesgos estratégicos en curso. Los mismos tienen la capacidad de mutar y cambiar su manifestación en la forma más abrupta y dinámica. A veces revisten la forma de enfrentamiento bélico frontal y a veces la forma de consumación asimilada al delito común. Por razones ideológicas o ignorancia, se le ha transferido a las policías la tarea de contener semejante agresión. ¿Pero, cómo combatir aquello que no se conoce? Nuestras fuerzas de seguridad, al borde del colapso y la anarquía, totalmente desmembradas, sin conducción ni apoyo político, ni material, ni espiritual, están orientadas e instruidas para combatir al delito común, pero el de hace treinta años. El número de muertos en sus filas no hace más que demostrar este hecho patético. Muchos años de “progresismo” y “garantismo”, anularon los anticuerpos legales que nuestra legislación preveía durante décadas, contaminando las distintas instituciones del Estado, haciendo colapsar el sistema de valores que son el cimiento de cualquier estructura orgánica de poder. En definitiva una maniobra de guerra cultural llevada a cabo durante 40 años con conducción internacional (léase Foro de San Pablo) y que hizo trizas nuestro entramado social, que era un ejemplo nítido de verdadero progreso cimentado en el trabajo, el mérito y el esfuerzo familiar.
Dada la evolución en la Región del Crimen Organizado, debemos lograr cuanto antes un Acuerdo de Seguridad Colectiva Regional. Rehabilitar las instituciones y la ética política. Comenzar a recorrer el camino de la consolidación de la Paz, que será arduo y doloroso, pero insoslayable. Volver a fundar una nueva Argentina, a partir de su cultura originaria, noble y expansiva.
La cultura ayuda a un pueblo a luchar desde sus valores, antes que con las armas. Con una ética pública y privada que de sustento y cauce a la verdadera Política, que es la construcción arquitectónica del futuro. Se lo debemos a nuestros próceres, a nuestros padres y a nuestros hijos. Todos nos merecemos una Argentina en Paz y en Progreso. Debemos entender que nosotros mismos determinaremos cuándo se dará nuestro amanecer y cuándo nuestro definitivo ocaso.
Como diría la Madre Teresa de Calcuta:
“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”.
El Dr. Jorge Corrado es abogado (UBA). Director del IEEBA, Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires. Profesor titular de Ciencia Política, Estrategia y Geopolítica de la UCALP. Profesor del Campus Internacional para la Seguridad y la Defensa. Sevilla. España.