La elección del domingo dejó varias respuestas y algunas preguntas. Entre estas últimas hay una que brilla por su urgencia y por las consecuencias que puede generar en el futuro próximo en el panorama político argentino: ¿Cuánto tiempo le queda al Frente de Todos?
En las PASO quedó bastante claro que lo que alguna vez fue un valor que defendieron todos los integrantes del oficialismo existió sólo en aquellos meses de 2019 que sirvieron para poner en la Presidencia de la Nación a Alberto Fernández. La unidad del peronismo, anunciada como garantía de la gobernabilidad y las victorias electorales del presente y el futuro, podría convertirse en una serie con una sola temporada.
Ese 31% de votos del padrón nacional que consiguió en el fin de semana el oficialismo en las PASO preanuncia una ola quizá más adversa para el Frente de Todos en noviembre. Hay varias razones que llevan a pensar en ello.
La primera es que una derrota en un escenario de baja participación -sólo votó el 67% de los electores habilitados- pone en condiciones pésimas de recuperación al oficialismo. Eso ocurre porque la historia reciente muestra que Juntos por el Cambio consigue más votos en las generales que en las Primarias.
A su vez, siempre hay que tener en cuenta que, aunque muy menguados en las últimas décadas, los “aparatos” políticos siguen teniendo algún peso y suelen navegar a favor de las olas y no en contra.
Algo de eso podrá verse pronto, cuando los intendentes peronistas de la provincia de Buenos Aires -expertos en detectar el olor a calas- se dediquen a promover a cielo abierto el corte de boletas y repartan casa por casa en sus vecindarios sólo el tramo que contiene a sus candidatos a concejales.
Acaso algunos osados entregarán, incluso, su boleta de concejales del Frente de Todos en un sobre, acompañada por los tramos de cargos legislativos provinciales y nacionales de Juntos por el Cambio. En otra escala, los gobernadores peronistas también intentarán salvarse del tsunami.
El riesgo de “profundizar”
El domingo a la noche, algunas de las frases que comenzaron a circular entre los dirigentes del oficialismo, y en boca del propio Presidente, podrían dar otro indicio de que la situación para el Gobierno podría empeorar. Cuando los votantes ponen una pared enfrente, la idea de “profundizar” no puede llevar a ningún camino venturoso.
Además de la amenaza de la contradicción interna, el buen resultado de la apuesta de Horacio Rodríguez Larreta también es una mala noticia para la supervivencia del Frente de Todos. El jefe de Gobierno ya ha dicho que, para su plan 2023, pretende a convocar a dirigentes del peronismo y hoy no hay muchos peronistas fuera del Frente de Todos, así que esa será la pecera en donde intentará pescar.
El Frente de Todos, que nació como un extraño experimento en el que la persona con más poder propio no ocupa el cargo más relevante, construyó un esquema incluso más delirante para gestionar los asuntos públicos, en el que las diferentes capas de funcionarios, que obedecen a distintos jefes políticos, se apilan en la estructura burocrática hasta volver imposible la toma de decisiones.
Hoy no hay modo de saber qué piensa el gabinete de ministros sobre cuestiones básicas. En este gobierno, seguir la lenta marcha de un expediente -la herramienta clásica de la implementación de decisiones en los Estados- es como intentar hacer foco en la pelotita de un metegol en el que todos los jugadores juegan para equipos diferentes.
Esta clase de derrotas electorales es la que suele poner a los gobiernos frente a la pregunta más difícil de todas: ¿Fallamos en la implementación de nuestras ideas o son nuestras ideas las que están mal? El domingo quedó claro que hay mucha más gente que se inclina por responder en forma afirmativa al segundo de los términos de esa pregunta.
Esos votantes, que son muchísimos más que los que tenía el Gobierno en sus cálculos, dijeron entre otras cosas que la economía está peor que antes y que la gestión de la pandemia fue mala. Además, porque el voto no se expresa sólo en contra de alguien sino, sobre todo, a favor de alguien, dijeron que ya tienen decidido de qué modo quieren que se solucione la crisis.
Hay un ejemplo bastante elocuente sobre esa tensión entre el foco en las deficiencias de la implementación y la salud de las ideas. Hace menos de una semana, en una de sus últimas recorridas de campaña, el Presidente visitó Chivilcoy. Es una ciudad bonaerense de menos de 60 mil habitantes que vive de la explotación agrícola, el motor de la economía argentina. Fernández eligió sacarse fotos en una fábrica de zapatillas, que emplea a menos de un centenar de operarios y que forma parte de una de las industrias protegidas por el Estado. Chivilcoy fue una de las pocas localidades del interior bonaerense en donde el Frente de Todos no llegó en segundo lugar. Quedó tercero.
Fuente Clarin