Como carroñero, cumple una importante función en la naturaleza, pero su población se ha visto reducida drásticamente en las últimas décadas debido a problemáticas causadas por el humano.
El cóndor andino (Vultur gryphus), una de las aves voladoras más grandes del mundo, puede llegar a medir 1,20 m de altura y 3 m de envergadura alar, alcanzando los 16 kg de peso.
Como todos los buitres, presenta ausencia de plumas en la cabeza y cuello que, entre otras cosas, ayuda a mantener la higiene del animal cuando come carroña. Gracias a su fuerte y ágil pico, es capaz de abrir el cuero de grandes animales muertos, permitiendo que tanto él como otras especies de carroñeros menores accedan al alimento. Dada esta capacidad que tiene el cóndor, la función más importante que desempeñan en la naturaleza, entre otras, es limpiar el ambiente de los restos de animales muertos, los cuales podrían diseminar enfermedades peligrosas.
El cóndor andino es una especie longeva, llegando a vivir 75 años; posee una lenta maduración sexual, crianza de pichones alternada en años y un extenso período de cuidado parental.
Dada esta baja tasa reproductiva, para que la población de cóndores se mantenga estable se necesitan bajas tasas de mortalidad. Sin embargo, el aumento en la mortalidad causada por el ser humano genera un impacto devastador sobre las poblaciones naturales. Actualmente el cóndor andino se encuentra amenazado y sus poblaciones en retroceso, debido a causas antrópicas.
© Silvia Peralta.
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Con el objetivo de asistir a la conservación de esta especie emblemática, en agosto de 1991 se dio origen al Programa de Conservación Cóndor Andino (PCCA), realizado en el marco del Programa Binacional entre Chile y Argentina. Se trata de un ejemplo de colaboración internacional que ha logrado criar 78 pichones de esta especie, rescatar más de 360 ejemplares silvestres, reintroducir 208 cóndores en todo Sudamérica y generar más de 56.000 km2 áreas naturales protegidas como santuarios para la especie en Argentina (www.bioandina.org.ar).