Hay géneros para todo, y el del fisicoculturismo tuvo su clásico con “Punping Iron”, el film de 1977 que hizo conocido en todo el mundo a Arnold Schwarzenegger. Pero ese era un documental, y en una película de ficción las posibilidades del body building suelen más limitadas argumentamente. En “El perfecto David” el centro de la historia es el adolescente del título, presionado y controlado de cerca por su madre, con un celo casi incestuoso. El chico no está del todo convencido de dedicarle toda la vida a sus músculos. Sobre todo cuando las actividades del gimnasio empiezan a interferir con su vida social y amorosa. Es que, tal como le advirtió su instructor, las pastillas que le dan para potenciar químicamente sus durísimas rutinas de ejercicios no son compatibles con el alcohol. Y peor aun, parece que tampoco lo son con el sexo, como descubre cuando logra llevarse a la cama a una compañera del colegio en una fiesta electrónica donde lo cosifican cuando se saca la remera para exhibir sus bíceps. Y los problemas no terminan ahí, ya que aún faltan las clásicas inyecciones.