En el palacete de la madrileña calle Miguel Ángel donde se cuenta que el comisario Villarej o casi llega a las manos con los que se le enfrentaron, ahí en esos despachos en los que dicen se perpetró la última brigada política, gobierna un anónimo irredento, Francisco Pardo Piqueras, para más señas director general de la Policía Nacional. Susurran que a su llegada al cargo tuvo que poner firmes a ciertos mandos, colegas de aquellos de la trama, que le quisieron colar según qué informes y papelitos apócrifos para firmar, sin sospechar siquiera que este veterano político se lo lee antes todo. Todo. En la cúpula que encontró hizo limpia profunda, le predican ojo para construir equipos solventes y, si hubo… Ver Más
Fuente ABC