Marita Ballesteros: Más allá de la historia de amor, cuenta el vínculo de una hija que vive con su madre, y habla de todas las cosas que dejamos de hacer por miedo. Ambas viven en un pueblo, pero podría ser en cualquier lugar y esta hija que no es chica, tiene 50 años, se quedó soltera y al lado de su madre para cuidarla..
P.: ¿Qué diferencia encuentra con la madre que usted interpreta en “El primero de nosotros”?
M.B.: En la serie hago una madre más joven, de buen nivel económico, muy metida en la vida de su hija, la vuelve loca. En cambio la madre de la obra es viejita, necesita de los cuidados de su hija que se transformó en su madre. Conozco del tema porque mi madre vivió hasta los 100 años y murió en su casa, no vivía con ella pero hay que estar muy atenta. Te transformás en la madre de tu madre. En la obra, la hija se desespera porque es desgastante vivir con una persona anciana que no quiere comer, no se quiere bañar, y todo mientras la hija se reencuentra con un viejo amor de hace 30 años. Quedó soltera por cuidar a su mamá. Me gusta mucha eso composición de porque es tan diferente a mi, habla distinto, camina distinto.
P.: ¿Qué tuvo en cuenta para componer a estas madres?
M.B.: No es lo mismo una persona cuidada y el nivel de educación al que ha tenido acceso, que una de pueblo. La de la obra no se cuida, no se maquilla, sale sin una gota de tintura, con el pelito corto, denota vida y salud muy diferentes. Y lo que condiciona a una persona el no salir de su pueblo, cuya única vida social es ir a ver a las vecinas, pienso en todo lo que hago yo, voy al cine, al teatro, salgo con amigas, la vida de pueblo es muy diferente. Y lleva a reflexionar que quizá el no alejarse de la madre fue una excusa por no animarse a salir de la zona de comodidad y enfrentar sus miedos.
P.: ¿Qué otros temas aborda la obra?
M.B.: Una historia de amor, un reencuentro, y lo interesante es que la historia es universal pero desde la particularidad. No puedo hacer una loca en general, tengo que elegir una loca, esa loca va a hablar de un montón de otras cosas, por eso el teatro habla de lo particular.
P.: ¿Qué puede decir de la otra obra en la que trabaja, “Julio César”?
M.B.: El público delira, aplaude de pie, se ríen, entienden todo, está vendida hasta fin de junio y luego nos vamos a un festival en España. Al volver haremos funciones en la Martín Coronado en agosto. Es que tiene arengas políticas que son como si hubieran sido escritas hoy. Y el público reconoce lo que se dice, con la letra que es muy difícil y nada coloquial.
P.: ¿Qué diferencias hay entre trabajar para los distintos circuitos teatrales?
M.B.: No hay diferencia, cuando elijo trabajar en algo lo hago igual en cualquier ámbito, como si estuviera en el Colón. Hay proyectos, personajes o directores que pueden gustarme más pero el trabajo es igual, salvo que en el off no ganás dinero pero no me manejo por la plata si me gusta lo que hago. Quiero hacer mi personaje para que otros pasen un buen momento, es un servicio el teatro y mi profesión, no creo en eso de los egos. El ego está bastante deshecho, nadie es tan importante, nadie es nada, lo más importante es cómo te dedicás cuando decís que sí a un trabajo. Me recuerda a un lustrabotas de La Biela, que ama lustrar los zapatos y no se te deslustran por un mes. Me dijo “tengo muchos problemas, pero cuando lustro, estoy en los cepillos”.
P.: ¿Cómo es trabajar hoy para la industria audiovisual?
M.B.: El nivel mejoró muchísimo porque todo se vende afuera y a nivel actoral tenemos tanto talento que algunos actores desconocidos son buenísimos. Cambió la manera de filmar, la escenografía, antes era todo más precario. Nadie hace cualquier cosa y todo el mundo hoy mira series, hay que competir con un mercado de altísimo nivel.