Tomándose un descanso de sus sucesivas reencarnaciones como el Hercule Poirot de Agatha Christie, Branagh realizó, en la doble función de protagonista y director, esta “Todo es cierto”, donde se reservó el papel del mismo Shakespeare, desde una óptica bastante más sombría que la que el Bardo tuvo, a través de Joseph Fiennes, en “Shakespeare enamorado” (1998), la película que el productor caído en desgracia Harvey Weinstein hizo que ganara siete Oscars.
La historia del film de Branagh se inicia el 29 de junio de 1613, cuando un fatal disparo de cañón escenográfico provocó el incendio total del Teatro El Globo, en Londres, durante la representación de la última obra de Shakespeare, “La vida del Rey Enrique VIII”, también llamada “Todo es cierto”, de allí el título del film. Contra la sombra recortada del poeta, de espaldas sobre el escenario, se ven las llamas que reducirán a cenizas el legendario teatro, reinaugurado en 1997 aunque no exactamente en el mismo lugar.
De acuerdo con el guión de Ben Elton, autor más volcado a la comedia que al drama, Shakespeare regresa después de ese episodio a su natal Stratford con la intención de morir allí, y no escribe más una línea. Sobre su alma lleva bastante que purgar, sobre todo su ausencia cuando la muerte de su único hijo varón, Hamnet, fallecido en 1596 por razones desconocidas, a los 11 años. La historiografía romántica vinculó siempre ese nombre de pila con el de Hamlet (escrita entre 1599 y 1601), teoría que más tarde se desechó. La película no se ocupa de esa relación pero sí de dar respuesta a la auténtica razón de la muerte del hijo. ¿Será cierto? No se sabe, pero al propio poeta se lo oye decir en un momento de la película: “Nunca dejes que la verdad se interponga en el camino de una buena historia”, frase que algunos atribuyen a Mark Twain, otros a un proverbio irlandés, y otros a un destacado periodista argentino.
En Stratford, familiares y conocidos reciben a Shakespeare con menos felicidad que recelo. Su esposa, Anne Hathaway, está interpretada por Judi Dench, actriz notable pero que le lleva 26 años a Branagh, cuando la auténtica Hathaway sólo tenía 6 más que su esposo; de hecho, en la mencionada “Shakespeare enamorado”, Dench encarnó hace 26 años a la Reina Isabel. El resentimiento de Anne contra su marido no es poco; sin embargo, quien más le rehúye es Judith, la mayor de sus hijas y melliza de Hamnet, mientras que la menor, Susanna, está casada y sufre un marido perverso, que sólo desea la herencia de su suegro.
El film, bello en su factura, carece de una riqueza dramática memorable y de actuaciones parejas, pero hay una escena, sólo una, que no sólo por contraste reluce por sobre el resto sino que se vuelve, de por sí, antológica, y es la del encuentro con el Conde de Southampton, interpretado magistralmente por Ian McKellen. Esa única escena justifica el film.
Sosteniendo las numerosas teorías de sus biógrafos acerca de la bisexualidad de Shakespeare, el encuentro entre ambos (Southampton, viejo y cansado, al saber de su regreso viaja hasta Stratford para rendirle honores), se materizaliza en un diálogo sereno, parco, triste, para el que se valen del Soneto 29, que en su juventud Shakespeare habría dedicado al Conde: “Cuando hombres y Fortuna me abandonan/ lloro en la soledad de mi destierro/ y al cielo sordo con mis quejas canso/ y maldigo al mirar mi desventura (…) A pesar de que casi me desprecio,/ pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,/ como al amanecer la alondra, se alza/ de la tierra sombría y canta al cielo:/ pues recordar tu amor es tal fortuna /que no cambio mi estado con los reyes”. (Trad. de M. Mujica Lainez). Los tonos, intenciones y ritmos diferentes que les dan cada uno a las mismas líneas demuestran que, como actores, y como diría Shakespeare, están hechos de la materia de los sueños.
“Todo es cierto” (“All Is True”, G.B., 2018). Dir.: K. Branagh. Int.: K. Branagh, J. Dench, I. McKellen (Netflix).