Santiago de Chile, 1 de octubre de 2025 — Total News Agency-TNA- Chile avanza en silencio con un proyecto de infraestructura digital que podría redefinir el mapa de las telecomunicaciones en América Latina y, al mismo tiempo, comprometer la soberanía de datos de varios países de la región. Se trata del “Chile–China Express”, un cable submarino que uniría las costas chilenas con Hong Kong bajo la órbita de empresas vinculadas a Pekín.
Un proyecto opaco frente al Humboldt de Google
La iniciativa genera controversia porque se desarrolla en paralelo al Humboldt, el cable transpacífico impulsado por Google y el Estado chileno que conecta Valparaíso con Sídney pasando por Tahití. Mientras el Humboldt se anunció públicamente con socios, cronograma e inversión identificados, el Chile–China Express figura en registros industriales como un proyecto “en progreso” a cargo de la compañía Inchcape/ISS, con mínima información sobre su financiamiento y condiciones contractuales.
Leyes chinas y control de datos
El trasfondo de las críticas radica en la legislación vigente en China. La Ley de Ciberseguridad de 2017 y la Ley de Inteligencia Nacional obligan a empresas y ciudadanos chinos a cooperar activamente con los servicios de inteligencia, dentro y fuera del país. Esto implica que cualquier dato que circule por un tendido operado por compañías de ese origen puede quedar a disposición del Estado chino, sin margen de control para terceros Estados.
Impacto regional y geopolítico
La vulnerabilidad no se limitaría a Chile: parte del tráfico digital de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Perú y Ecuador podría canalizarse por el nuevo cable. Esto convertiría la iniciativa en un asunto de seguridad regional más que en una cuestión doméstica. El paralelo con los contratos de deuda que China firmó en Ecuador en la última década —caracterizados por cláusulas de confidencialidad y garantías poco habituales— refuerza la percepción de opacidad como norma en los acuerdos con Pekín.
Inteligencia y precedentes de vigilancia
A la dimensión técnica se suma la política: informes de Safeguard Defenders documentaron más de 50 estaciones de policía chinas en el extranjero, incluidas algunas en América Latina, utilizadas para vigilar y presionar a miembros de la diáspora. En este contexto, el cable submarino se interpreta como otra pieza de un engranaje que combina infraestructura, presencia física y diplomacia coercitiva.
Promesas incumplidas y contraste con Occidente
El discurso oficial chino suele destacar inversiones industriales y generación de empleo. Sin embargo, en Chile, proyectos anunciados por Sinovac, BYD o Tsingshan han quedado inconclusos o congelados. Reuters y El País confirmaron que al menos dos de esas iniciativas fueron canceladas. En contraposición, proyectos con socios occidentales como el Humboldt han mostrado mayor transparencia y avances verificables, aunque no estén exentos de riesgos.
Competencia global por la infraestructura digital
La duplicidad de rutas transpacíficas refleja la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China por el control de la infraestructura crítica de datos. El Decimocuarto Plan Quinquenal de Pekín fija como objetivo estratégico dominar las telecomunicaciones globales, tanto en la provisión de equipos como en la operación de redes.

El “Chile–China Express”, más allá de su justificación técnica, se inscribe en esa estrategia de expansión. Para América Latina, la decisión no será solo sobre conectividad: lo que está en juego es la soberanía digital y la capacidad de los Estados de resguardar la información de sus ciudadanos frente al avance de potencias extranjeras.