Por Nicolás J. Portino González
El reactor CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares), el primer prototipo de reactor nuclear de diseño íntegramente argentino, debía posicionarse como una pieza fundamental en la modernización de la matriz energética del país. Sin embargo, tras casi una década desde el inicio de su construcción, el proyecto está lejos de ser finalizado, atrapado en un laberinto de ineficiencias burocráticas y gestión inadecuada de recursos que se han prolongado desde los últimos gobiernos kirchneristas.
La construcción del CAREM comenzó en febrero de 2014, con la expectativa de completarse en cuatro años. Esta iniciativa se perfilaba como pionera en la adopción de tecnología nuclear avanzada, siendo el primer reactor de pequeño tamaño (SMR, por sus siglas en inglés) diseñado y construido en Argentina. No obstante, el proyecto ha sufrido una serie de interrupciones y retrasos significativos. Durante el mandato de Cambiemos en 2015, la obra pasó temporalmente a manos privadas bajo la gestión de Techint, solo para ser reestatizada en 2019 bajo la nueva administración kirchnerista. Estos cambios, sumados a la falta de un presupuesto coherente y a los efectos de la pandemia de COVID-19, han dejado al proyecto con un avance físico general del 61% y con la finalización prevista para 2027, más de una década después de lo inicialmente previsto.
Desafíos Técnicos y Financieros.
El CAREM, diseñado para generar 32 megavatios eléctricos (MWe), está concebido para abastecer a aproximadamente 120 mil personas. A largo plazo, se espera desarrollar una versión comercial de 120 MWe, capaz de atender las necesidades de 500 mil habitantes. Sin embargo, el avance del proyecto ha sido irregular: mientras que la obra del edificio que albergará el reactor se encuentra en un 76% de avance, la instalación electromecánica del reactor y otros componentes críticos como los generadores de vapor y el recipiente de presión muestran progresos mucho menores, con un 55% y 71% de avance, respectivamente.
Los desafíos financieros también han complicado el desarrollo del CAREM. Se espera financiamiento adicional para completar la obra y eventualmente exportar la tecnología. Se exploran opciones como alianzas estratégicas con Brasil o la asistencia de organismos multilaterales, aunque estas alternativas son limitadas debido a las restricciones que enfrentan los proyectos nucleares en algunos foros internacionales.
Impacto en la Política Energética de Argentina.
El CAREM tenía el potencial de posicionar a Argentina como líder en la fabricación de reactores modulares pequeños a nivel mundial. Este tipo de reactores se consideran vitales en la transición hacia fuentes de energía más limpias y seguras, especialmente en un contexto global donde muchos países están reconsiderando el uso de la energía nuclear para reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, las demoras crónicas y los problemas administrativos han limitado su progreso, reflejando un problema más amplio de gestión de recursos en el sector público argentino.
El retraso en el proyecto CAREM es una manifestación clara de los problemas estructurales que ha enfrentado el sector nuclear en Argentina. A pesar del interés internacional creciente en los reactores modulares pequeños (SMRs), impulsado por preocupaciones de seguridad energética y el objetivo global de descarbonización, Argentina se encuentra en una posición desventajosa debido a la falta de continuidad política y a una estrategia económica clara, que actualmente se encuentra en vías de reactivación.
En definitiva, para que Argentina pueda aprovechar su potencial en el ámbito de la energía nuclear, es fundamental que el proyecto CAREM reciba el apoyo adecuado en términos de financiamiento, supervisión técnica y compromiso político, evitando que las lecciones del pasado continúen obstaculizando su futuro energético.