Rusia está provocando una división en Europa al alimentar y financiar grupos radicales y políticos que por su propia cuenta encabezan movimientos separatistas.
Una de las ideas claves en lo que se refiere a la formación del estado ruso consiste en la tesis de que todos los rusos forman una comunidad política, sin importar su origen étnico, religión, diferencias culturales o tradiciones. El Kremlin sostiene como un dogma la inadmisibilidad del separatismo en la Federación Rusa. Pero en lo que respecta a Europa, Rusia sigue una política diametralmente opuesta, fomentando de todas las formas posibles el deseo de libertad de expresión e independencia de los grupos étnicos individuales. Siguiendo el principio del “divide y reinarás”, Rusia está tratando de agrietar el bloque geopolítico europeo, sirviéndose de las contradicciones existentes en la UE.
Los pseudo referéndums realizados por Rusia en los territorios ucranianos ocupados son una señal de alarma ante una posible repetición de tales incidentes en cualquier parte del mundo. Cualquier movimiento separatista en Asia, África y América Latina puede ser contrarrestado con la ayuda de las fuerzas de seguridad, pero para Europa tal precedente significaría el colapso de su base civilizatoria. Putin realmente pretende desestabilizar a Europa como un puesto de avanzada del mundo occidental.
El pasado 27 de septiembre, el presidente de Cataluña, Pere Aragonés, anunció su intención de celebrar un referéndum para decidir el tema de la independencia de esta Comunidad Autónoma. Esta fecha no es casual: los llamados “referéndums” en Ucrania finalizaron en esta fecha, lo que a mediano plazo puede provocar un “efecto dominó” en el contexto del desfile de soberanías en el mundo. La UE es una institución supranacional, pero los países individuales dentro de ella son étnicamente heterogéneos. En España, la “ETA”, una organización terrorista vasca de izquierda, estuvo por muchos años luchando por la independencia del País Vasco con métodos armados, de hecho, sirviéndose del terror. Rusia está provocando el resurgimiento de los movimientos separatistas en Europa: no solo España está en peligro, también Gran Bretaña e Italia, donde el norte desarrollado mantiene serias diferencias con la parte meridional del país, sustentada sobre todo en la agricultura. La idea de la fragmentación de Europa es uno de los métodos de agresión híbrida contra Occidente, llevados a cabo por Rusia de forma sigilosa.
Es poco probable que en Europa se produzca una verdadera escisión a corto o mediano plazo, pero la amenaza que representa Rusia no debe ser menospreciada y requiere una repuesta adecuada, como sucede con los referéndums ilegales realizados bajo coerción por Putin en un país soberano en pleno siglo XXI.